PERSISTENCIA

Acción heroica frente a la reflexión filosófica

Margarita Carrera

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Otra virtud del heleno es, más que el saber, el hacer. Actuar más que reflexionar. La sabiduría estará relegada, como “areté”, a los ancianos, alejados ya de la vida. En absoluto la sabiduría constituye la principal y única “areté” para el heleno de la época aristocrática. Este considera la acción heroica (=”andreía”) como la máxima “areté”. Porque, ¿qué es la sabiduría sino un refugio de los débiles de cuerpo? ¿Refugio también de la fealdad física, como la de Sócrates? A los dos más grandes héroes helénicos de la épica, Aquileo y Odiseo, no los describe Homero pensando, sino actuando. Y su acción va siempre encaminada a la “valentía”, al arrojo, a la osadía de vivir la vida en toda su plenitud física.

Por lo tanto, desconocimiento absoluto del estado ascético que huye de lo que es vital. Así, los versos homéricos cantan la acción, no la reflexión. El heleno de la época heroica alcanza la inmortalidad (en la conciencia de los vivos) por sus hazañas en el campo del amor o en el campo de la guerra. Lo mismo que sus dioses. Estos jamás filosofan. Lo tiene todo: la vida desbordante de pasiones, sin envejecer nunca.

Es notable observar cómo a tales dioses antropomorfos no les hace falta la sabiduría. Saben vivir, morir y resucitar, como Dionisos. Saben del dolor, como Prometeo. Dolor a causa del amor a los humanos. Saben de la ira, del odio, de los celos del amor, de la venganza, del engaño, en fin, de los instintos más voraces: Cronos devorando a sus hijos al nacer; Zeus, hijo suyo, castrándolo, arrojándolo del Olimpo y reinando en su lugar. Cuando los héroes homéricos hablan, no es para filosofar, sino para relatar sus hazañas. Además, para ellos, la vida es muy corta y la muerte, una eterna noche de sombras sin esperanza. Por lo tanto, no se puede perder el tiempo pensando. Ahora bien, si la vida se prolonga y se llega a anciano, se dejará la acción y se dedicará a la reflexión y a la sabiduría. Cuando los jóvenes héroes quieren entrar al campo del conocimiento, recurren a los ancianos. Y los veneran por esta razón: porque son sabios; los únicos que pueden desarrollar esta “areté” a causa de sus largos años de vida.

Imposible para la mente griega, antes de Sócrates, que la juventud abandone la acción y se dedique a la reflexión. Imposible que escoja ser filósofo en lugar de ser héroe. No solo imposible, sino inmortal, de acuerdo a su ética, encaminada a exaltar los valores vitales, propios del “physis”. Más aún, la sabiduría de los ancianos de esta primera época helénica no se refiere al razonamiento, a la reflexión, por la reflexión misma, sino a la vida. Los consejos que proporcionan a los jóvenes son consejos de acción. Qué deben hacer, no cómo deben pensar. Ante esta actitud frente a la vida, no se concibe la represión como fundamento de la sociedad helena. El hombre, movido por los dioses (o mundo instintivo), actúa de acuerdo a sus impulsos vitales, sin represiones de índole socrático-platónica. Dice lo que siente y actúa siguiendo los dictados de su mundo instintivo. Quizá ello sea la causa de su grandeza, de su formidable fortaleza moral, encaminada a la exaltación y veneración de la vida. También la causa de su valentía al aceptar como única y verdadera esta existencia.

Sin denominarse a sí mismo filósofo (=amante de la sabiduría), Homero encarna la sabiduría total del mundo heleno antes de Sócrates. De él se dice que atesora toda la sabiduría y conocimiento. Por largos siglos él sostuvo y nutrió la mente y la imaginación de las generaciones de los griegos: héroes, aristas, pueblo en general.

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