HAGAMOS LA DIFERENCIA

Actitud irresponsable

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El recorrido de antorchas en Guatemala es una tradición, especialmente en los días previos al 15 de septiembre, y el día con más afluencia es el 14 de septiembre. Se estima que más de 45 mil personas hicieron su recorrido este año, provocando un verdadero caos vehicular. Al verlas en la calle no se sabe a ciencia cierta para dónde se dirigen, corren en todas direcciones, buscando sus lugares de origen. En el interior de la República reviste mayor importancia, ya que se planifica ir a traer la antorcha a un lugar distante de la comunidad, en ocasiones a otro país, lo que significa prácticamente un paseo importante en el año, acompañado por compañeros de estudios, paisanos, de un gremio en particular, etc.

Siendo un acto cívico, o no, lo cierto es que ocasiona alegría para quienes participan en la misma. En ocasiones se convierte en el único día en que muchos de los participantes hacen algo de ejercicio y conviven con sus compañeros. En los pueblos es un espectáculo ver entrar las antorchas al centro del poblado y ser entregadas en manos de alguna autoridad importante, o verlas pasar hacia otro poblado, cumpliendo con el ritual de saludar a los vecinos. Lo cierto es que buena parte del recorrido se hace en los vehículos que lo acompañan, corriendo distancias cortas únicamente en las entradas y salidas de los principales centros poblados, pero es una actividad emotiva.

Sin embargo, a la par de esta tradición ha surgido otra, que ha ido adquiriendo un nivel de vandalismo. Las personas a la orilla de las carreteras o vías por donde pasan los marchistas han convertido en un juego sarcástico el refrescar a los corredores. Disfrutan tirar bolsas con agua, cual bólidos acuosos, hacia el grupo que va corriendo, en muchos de los casos,, en forma violenta, llegando incluso a lastimarlos. No bastando eso, se han colocado a las orillas con baños y cubetas llenas de agua que arrojan sin ninguna misericordia. Las bolsas con agua vuelan por lo aires, llegando a impactar en vehículos que quizá no estén participando de la carrera, empapando a los pasajeros, o a transeúntes que circulan por el lugar y en ocasiones se ha vuelto una verdadera guerra con agua, que en más de una ocasión ha provocado riñas importantes. Pareciera que quienes participan en esta tradición paralela convierten la actividad en un acto de descarga emocional y visceral. El problema se convierte en un impacto ambiental, pues se arroja agua a diestra y siniestra, provocando desperdicio de este vital líquido. Además, es mal espectáculo ver las calles coloridas por la cantidad de bolsas plásticas que quedan tiradas, convertidas en basura, de la cual nadie se hace responsable. Las bolsas plásticas están hechas de materiales que tardan mucho tiempo en degradarse, y provocan gran daño al ambiente.

A la tradición de las antorchas, que provoca un asomo de civismo, deporte y diversión para la población, le falta orden, pues en la actualidad cualquiera dice vamos a traer una antorcha, y van, a veces en grupos pequeños, sin autorización. Además del problema ambiental, provocan descontento, por el caos vehicular ocasionado. Puede continuar, pero es necesario regularla. Los organizadores deben solicitar la autorización respectivas, cuidar de no obstaculizar el tránsito, y para ello dejar espacio para que los vehículos circulen. Tiene que prohibirse esta actitud irresponsable de arrojar agua a los corredores, pues suficientes actos de vandalismo tenemos como sociedad como para seguir aceptando estos.

samreygo@yahoo.com

ESCRITO POR:

Samuel Reyes Gómez

Doctor en Ciencias de la Investigación. Ingeniero agrónomo. Perito agrónomo. Docente universitario. Especialista en análisis de datos, proyectos, educación digital. Cristiano evangélico.