Actor histórico
Para no emitir juicios “absolutos”, que únicamente generan más odio entre hermanos. Nuestro país necesita paz, pero no solo firmada en papeles, sino una paz de hecho.
En el pasado nacional encontramos claves fundamentales de nuestro presente y por si esto fuera poco, una plataforma formidable de ejemplos para diseñar un futuro promisorio para nuestra nación.
Esta institución es una muestra de nuestra sociedad, con sus luces y sombras, conformada por hombres y mujeres, “en su mayoría de bien” y respetuosos de la ley. Pero también han existido y existen en sus filas gente que ha deshonrado a la institución. Malos y buenos como en otros gremios, al final, un reflejo de lo que somos como sociedad. El error es generalizar y descalificar a un grupo por lo que hacen unos pocos. Lo cierto es que esta institución ha estado presente y firmes en los momentos más duros que ha atravesado nuestro país.
Es un protagonista histórico permanente, por su naturaleza básica en la estructura del Estado, respaldada su función por la legalidad, legitimidad y permanencia en el servicio a la nación. Cargando con el peso del pasado, con errores y aciertos, la institución militar realiza hoy tareas de protección a la ciudadanía y ayuda humanitaria. En los desastres son ellos y sus botas quienes cargan a los soterrados y perdidos entre el lodo y el fango reconstruyendo puentes y aldeas. La población que protege exige de soldados listos, prestos y dispuestos a su defensa y seguridad a tiempo completo. La paz del mundo también requiere de sus servicios en otras latitudes. Nuestros soldados son en este momento exportadores de un producto no tradicional como lo es la paz, a tres continentes y en siete países.
Como lo afirma el coronel Ortega Gaytán, autor del libro Nuestras Guerras: “La defensa, es un esfuerzo de todo un pueblo y una función primaria del Estado, siendo indiscutible que la actitud de un soldado en aspectos de servicio a Guatemala es a tiempo completo y no tiene caducidad”. En este libro se rescatan del olvido las acciones de los guatemaltecos de uniforme de principios del siglo XX frente a las amenazas que se cernían sobre la soberanía, la integridad territorial, el honor y la paz de Guatemala.
Y como sabiamente dijo Juan Pablo II: “Que nadie se haga ilusiones de que la ausencia de guerra, aun siendo tan deseada, sea sinónimo de una paz verdadera. No hay verdadera paz si no viene acompañada de equidad, verdad, justicia y solidaridad”.
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