CABLE A TIERRA
Adopta una mascota
No soy muy dada a es- cribir sobre temas en sus días conmemorativos, pero me percaté esta vez de que el 4 de octubre fue el día internacional de los animales. Muchos gratos recuerdos afloraron, pues tuve una niñez y adolescencia rodeada de mascotas; los perros encabezando la lista: hermosos pastores alemanes, elegantes perros salchicha (Dachshund) y un par de adorables cocker spaniel hicieron parte de las alegrías de nuestra niñez y adolescencia. Hubo un tiempo también que tuvimos pericos y canarios; a lo lejos resurge la imagen de más de alguna tortuga miniatura que nunca volvió a aparecer, y de los pecesitos dorados que le daban a uno en un restaurante chino cuando sacábamos buenas notas; más de un conejo, y un gatito que alguna vez se coló en una familia esencialmente amante de los perros.
¿Cómo olvidar los pollitos que se ganaban en las rifas de la kermesse del colegio, en esas épocas remotas cuando no se hablaba de derechos de los animales? En esos tiempos los perros no vivían dentro de la casa, ni había salones especializados para llevarlos al aseo; se mantenían en el patio o el jardín, siempre a la espera de que uno saliera a jugar con ellos o para huir de la manguera que les anunciaba la hora del baño.
Conforme fuimos creciendo se redujo la presencia de animales domésticos en nuestra vida: la Universidad, la salida del hogar materno, vivir fuera del país y miles de otras circunstancias implicaron que, durante al menos una década y media, no tuviera mascotas. Eso sí, al ir de visita a la casa de mi madre siempre aparece invariable un bullicioso salchicha saludando: primero el Blackie, luego el Pepe y, ahora, la Negra.
Los perros volvieron a mi vida hace unos ocho años, cuando a mis hijos les regalaron una hermosa cachorra de golden. Al principio no había mayor felicidad para ellos que jugar con Kira. Sin embargo, llegó una nueva época de cambios, y decidimos que lo mejor era darla en adopción. Encontramos una familia que le ha dado amor y cuidado como se lo merece. No obstante, desprendernos de Kira fue uno de los momentos más tristes que hemos vivido. La experiencia fue tan dura que pensé que nunca más nos animaríamos a tener una mascota.
Sin embargo, hace unos meses decidimos reincidir. Solo que, esta vez, los que adoptamos fuimos nosotros. Tuvimos la fortuna de que nos pusieron en contacto con un grupo increíblemente entusiasta de jóvenes que cuidan en simultáneo, de cerca, 800 perros abandonados que reciben en distintas condiciones de maltrato físico y emocional. La experiencia nos ha marcado profundamente.
Nunca antes habíamos vivido la experiencia de la adopción. Nos sometimos al proceso, y nos hicimos responsables de una perrita de raza indefinida, emocionalmente lastimada por el abandono. Hace cinco meses que está con nosotros: le ofrecimos un hogar, amor, cuidado y protección. Verla transformarse y responder con amor al amor recibido ha sido mágico. ¡No olvido cuando mi hijo me comentó que ver a Kelly brincar de alegría cuando él vuelve del colegio era su momento más esperado del día!
Si usted está pensando incluir una mascota en su familia, le invito a plantearse la posibilidad de adoptar una, en lugar de comprarla. Tal vez no podrá lucir el pedigree del animal, pero verá —día a día— la alegría reflejada en su rostro agradecido, y a usted, crecer en bienestar.
Hay varias asociaciones que han tomado la misión de cuidar mascotas abandonadas. Los moviliza el amor; viven de donaciones y voluntariados. Necesitan mucho apoyo. Busque el de su predilección y dele la oportunidad a uno de estos animales de devolverle a usted amor con creces.
karin.slowing@gmail.com