FLORESCENCIA
Amanecer
En estos días mientras conversaba con mi madre, reflexionamos sobre lo que ha pasado en un año y rememoramos nuestra vida de años pasados. Le pregunté sobre cómo celebrábamos el Año Nuevo cuando vivíamos en Guatemala.
Pude ver lo emocionada que estaba mi madre al recordar aquella época, mientras me contaba lo que se vivía en nuestra aldea. Su relato me transportó en el tiempo y trajo a mi mente algunos detalles de esa época de mi infancia que no recordaba con precisión.
En la década de 1980, para nuestra familia los días festivos de fin de año transcurrían entre las actividades de la iglesia y el trabajo. Diciembre era la principal época para la cosecha de café, por lo que no podía postergarse. Antes de las celebraciones religiosas se acostumbraba la disputa de un partido de futbol y la quema de juegos pirotécnicos. En la iglesia, después del mensaje de paz, se servían tamales, malanga y caliente (ponche). Todo era financiado con las ofrendas de la comunidad.
Era una época muy esperada, especialmente para los niños porque sin profundizar en su significado era para nosotros una oportunidad para estrenar ropa o calzado —muchas veces usada—, pero se trataba de ese sentimiento de renovación, de convivir en familia. Pasadas las fiestas, volvíamos a nuestras labores del corte de café.
Ahora que escuché los relatos de mi madre, me doy cuenta de que no obstante las limitantes materiales o económicas, nosotros hacíamos nuestro ambiente de felicidad y esperanzas, basados principalmente en los valores de la familia, comunidad, solidaridad y fe.
Esto me lleva a reflexionar que los obstáculos siempre estarán presentes en nuestro camino, que no hay gloria sin dolor. Pero también pienso que lo que diferencia a las personas que sobresalen y superan las barreras, es su capacidad de convertir cada obstáculo o limitación en oportunidad. También veo que el mayor obstáculo al que nos enfrentamos todos no proviene de afuera, sino de nosotros mismos: cuando no creemos en nuestras habilidades y capacidades, cuando nos tornamos negativos y culpamos a otros de lo que nos pasa. Esta mentalidad no nos deja ser libres ni ser responsables de nuestras propias acciones; no nos deja progresar.
Se que lo económico es un desafío real, pero hoy tenemos de ejemplo a personas que no tenían nada y que ahora son los más exitosos. Podríamos también argumentar que es porque empezaron en países con oportunidades, y así encontrar muchos “peros”, sin darnos cuenta de que es esta actitud la que nos mantendrá sumidos en el subdesarrollo. Tal vez insisto mucho en esto, pero es que sueño con una Guatemala despierta, inclusiva y que abrace su riqueza multicultural. Sueño con un país donde los niños no tengan que trabajar; donde se siga respirando aire fresco, donde reine la paz. Una sociedad ejemplar, que sepa cuidar y ver florecer las semillas de cambios sembrados en 2015.
Sueño con una Guatemala con dignidad, justicia y equidad; sin rencor, mas bien misericordiosa y altruista. Un país innovador, donde en lugar de exportar talentos, los atrae; donde los obstáculos se conviertan en oportunidades. Donde todos tengamos un cambio de mentalidad. ¿Acaso es mucho pedir