CON NOMBRE PROPIO
AMLO y los guatemaltecos
Andrés Manuel López Obrador arrasó en las elecciones mexicanas, al escribir estas líneas lleva 52.96% de las preferencias, Ricardo Anaya tiene el 22.49% y el oficialista José Antonio Meade un 16.40%.
Don Andrés Manuel militó, como buen número de mexicanos en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), organización que ha mandado y gobernado México desde 1929 y que solo ha perdido tres elecciones presidenciales, dos con el PAN que originaron las presidencias de Vicente Fox y Felipe Calderón, y ahora la del domingo pasado. AMLO, como se le conoce, competía por tercera vez y en las dos primeras ocasiones lo hizo apoyado por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), organización que se gestó como una corriente revitalizadora y democrática en el férreo PRI donde el verticalismo es obligado.
De 2000 a 2005, López Obrador fue jefe de gobierno del Distrito Federal y a raíz del éxito de su gestión es que siempre se le vio como candidato para la Presidencia, de hecho, como todo buen político hubo de enfrentar torpedeos judiciales.
López Obrador se había enfrentado en dos ocasiones anteriores al PRI y al PAN, pero fue hasta en la tercera que alcanzó la victoria y lo hizo con un discurso muy sencillo pero más que difícil: combate a la corrupción y a la impunidad.
El Movimiento Regeneración Nacional (Morena), partido fundado por AMLO, tiene apenas 4 años de vida, es con esta organización que rompió el esquema eterno del PRI y el PAN que casi por un siglo gobernaron el país. AMLO es la respuesta de los mexicanos ante la corrupción y el abuso, y es tal su dinámica “antisistema” que su candidatura obligó a una alianza por más inexplicable: el PRD, que fue siempre un partido de izquierda jugó con el PAN que es el partido más de derecha del tinglado mexicano y que en su desesperación cayó en promesas tan populistas como regalar tarjetas monederas a miles de electores con la promesa de que “tendrían fondos si ganaban las elecciones”.
AMLO promete una nueva opción para gobernar y los mexicanos, dentro del juego democrático, hartos de lo que han conseguido con la corrupción del PRI y la complicidad del PAN y PRD optaron por una iniciativa que pudiera terminar con lo que han tenido, además su gabinete garantiza prudencia, austeridad y seriedad.
En nuestro país ya se oyen, y de paso por algunos que afirman luchar contra la corrupción, que México será otra Venezuela, y ni siquiera dan un compás de espera, el beneficio de la duda o claman por la carga que ahora tienen los mexicanos de exigir y fiscalizar lo prometido. Acá el pensamiento reaccionario habitual es la descalificación y, sobre todo, abogar de forma encubierta para mantener un sistema político, económico y social sentado en la corrupción, el amiguismo y el mercantilismo.
México votó contra la corrupción que con en el gobierno de Peña Nieto alcanzó niveles de desfachatez inimaginables, a la vez que también en ese gobierno ocurrió la desaparición de los patojos en Ayotzinapa con total impunidad y se volvió común el ataque sistémico y violento hacia la prensa independiente o a opositores.
Antes de lanzar el grito de que en México se construye otra Venezuela, muchos deberían voltear a ver nuestro Congreso donde los diputados ya empezaron su carrera para colocar a “sus magistrados” para el 2019 y así evitar cualquier contrapeso a sus desmedidas ambiciones, o bien, lo que el Ministerio de Gobernación hace con total desfachatez en la Policía Nacional Civil, que son prácticas abiertamente autoritarias, represivas, ilegales y anti republicanas.
@Alex_balsells