Anuncio y denuncia
Nuestro país no es ajeno a un sistema del mundo capitalista. Un capitalismo, como dirá Alain Badiou, que no es más que el poder social de una “delincuencia honorable”. Un modelo que ha traído grandes problemas a nuestros pueblos y que hoy está siendo denunciado por los obispos, cuando dicen: “Denunciamos la inmensa cantidad de problemas que nos afligen y aprisionan: la corrupción generalizada, la violencia desenfrenada, la baja calidad de la educación, la crisis en el sistema de salud, la lenta administración de justicia, la política partidista que ve más los intereses particulares que el interés general, la dificultad para generar empleos, el drama de la migración que sustenta a la vez que resquebraja familias y un larguísimo etcétera, de impotencia. Nos va haciendo sucumbir, incluso, en una especie de fatalismo y de derrota ¡Qué peligroso sería que de ahí cayéramos en un conformismo perezoso y pasivo!”.
Los obispos no solo llaman la atención a los políticos y a la oligarquía y burguesía, sino también a los líderes de los movimientos sociales y a la población en general, cuando afirman que tomemos conciencia, porque en el “fondo de los problemas sociales que nos afectan, desalientan y hasta nos deprimen, creemos que el fondo de todos nuestros males está en una política sin moral que ignora la ética social que, en clave cristiana, se entiende desde “la caridad, comprendida como el criterio supremo y universal de toda ética social” (CDS 204). Estamos en un momento en que “la ética suele ser mirada con un desprecio burlón. Se la considera contraproducente por demasiado humana, puesto que relativiza el dinero y el poder. Se la siente como una amenaza, pues condena la manipulación y la degradación de la persona” (EG 57).
Y digo a todos, porque así, cuando creemos que el otro es pobre porque quiere o porque es haragán, o cuando aceptamos de manera muy cómoda la propuesta de salarios diferenciados o cuando ya nos acostumbramos a decir que hay que dejar en las manos de Dios todo, también somos cómplices de esa política sin ética que denuncian los obispos; cuando nos callamos, al saber que “x” o “y” funcionario público en menos de un año se enriquece con los recursos del Estado o cuando llenan de familiares y amigos las plazas en las diferentes dependencias del Estado o cuando un presidente de Cocode con su firma acepta la represión contra su propia comunidad.
Los obispos nos llaman a ver en la causa del hermano la mirada de Dios. Esto implica que no podemos seguir golpeándonos el pecho sin tomar acciones concretas y humanas para bien de los más pobres.