SI ME PERMITE

Atrapados en redes sociales

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“Para ser libre, no basta quererlo, sino que es necesario también saberlo ser.” Venustiano Carranza

Hoy no es extraño ver a quienes están con su aparatito en mano comunicando mensajes de los cuales depende, en algunos casos, la vida de alguien, y en otros el negocio tan esperado que al fin se pudo lograr. Pero en muchísimos casos también hay mensajes que, por lo superfluo que pueden ser, da lo mismo si los leen o no.

En esta diversidad de razones para la comunicación moderna, la que cada vez está siendo más sofisticada y que también se hace indispensable para mantener la convivencia con los que uno está relacionado, ya no es una opción. Sin lugar a duda es inconcebible que alguien le diga: “yo no uso eso, si quieres me llamas y nos hablamos.” Si lo hubiera no hay ninguna duda de que estará incomunicado en gran parte de lo que debería saber para cumplir la tarea que se le asigna diariamente.

En el marco de lo indispensable, útil y cómodo que es cualquier modo de sistema que se esté usando para la información, no podemos negar también los vicios, abusos y la poca capacidad que algunos pudieran tener en dominar el equilibrio entre necesidad, gusto y adicción. Por su diferencia puede derivar en males colaterales que pueden ser irreversibles, como la comunicación con los que le rodean o bien el cumplimiento de tareas que tienen fecha límite y no se llega a cumplir por distraerse en medios masivos que no hacen más que distraernos de nuestras prioridades.

Lo curioso y sorprendente es que aquellos que han llegado al grado de adicción (literalmente “apegado”), difícilmente lo admiten, y si uno hiciera el intento de un acercamiento para explicarle la realidad de lo que está viviendo, no sería extraño que termine en una plática de las más desagradables al final, que se pregunta si valió la pena. La gran interrogante que surge a esta altura de la realidad es si hay alguna manera de corregir el vicio en el que ha derivado algo que es útil, y que puede ayudar tanto.

Fundamentalmente hay algunas cosas que hay que despejar y definir. Lo primero es entender cuando es necesidad y cuando es gratificación. No es que hay que tener lo uno o lo otro, sino saber qué hay que tener definido en su orden de prioridad. De qué serviría que dijera a alguien: “Me gustaría platicar de algo con usted, si me permite”, y cuando nos sentamos para hablar hay una infinidad de interrupciones porque “disculpe, tengo que ver qué mensaje me dejaron”. Todos entendemos que hay emergencias e imprevistos, pero estos son la excepción y no la norma.

Por otra parte, si queremos manejar dominio propio, para ello debemos empezar negándonos a nosotros mismos, no porque de afuera nos lo imponen, sino porque nos nace a nosotros y lo determinamos hacer, entendiendo que si no tomamos medidas hoy, mañana estará peor la cosa y podemos llegar a un punto en que el daño es mucho mayor que el provecho.

Además, si somos realistas de nuestro medio y el modo como vivimos nuestra rutina diaria, deberíamos reflexionar y adoptar conductas que puedan ser ejemplo a los que nos rodean. Nada cuesta expresar opiniones que explican cuando nos desagrada lo que la gente hace, y por otra parte, nada hacemos en nuestro modo de hacer las cosas para que reflejemos normas que nos las puedan copiar. Hoy es el día de determinarnos en vivir una vida disciplinada para provecho propio y ejemplo de quienes nos rodean.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.