SIN FRONTERAS

Autonomía: Recordando 1984

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“Guatemala puede convivir con un vecino socialista en Centroamérica”. Eso, más o menos, fue lo que declaró en 1984 el general Mejía Víctores, como respuesta a la instigación que le ejercían facciones duras del militarismo estadounidense. Estas presionaban para que Guatemala se involucrara en sus esfuerzos por tumbar bélicamente al gobierno sandinista de Nicaragua. Daniel Ortega había sido confirmado, lo cual resultaba inconveniente a sus intereses en la región, en el contexto de la Guerra Fría.

Esa inconveniencia pasó a mucho más que solo eso. Mantener a Centroamérica lejos de la influencia soviética —y adentro de la suya— fue una prioridad tal para EE. UU., que semejante peligro —como calificaban a una Nicaragua socialista— les llevó a crear y financiar a los rebeldes “Contras”, y llegar a extremos que derivaron en el mal recordado escándalo Irán-Contras. Por medio de este, altos oficiales estadounidenses vendieron armas ilegalmente a Irán, para luego financiar a los insurgentes nicaragüenses. El nombre de los “Contras” pudo ser nicaragüense; pero las bases, el dinero y el control llevaban la bandera de las barras y las estrellas.

Por su parte, Mejía Víctores tomaba el país después de treinta años de regímenes militares y una guerra fratricida. Las sangrientas dictaduras eran un lastre que la estancaban y aislaban del mundo. Aunque también fue gobierno de facto, el de Mejía Víctores dejó innegable en la historia que tenía objetivos concretos: el ser meramente transicional; el servir de plataforma para un nuevo pacto social constituyente; y el convocar a elecciones libres, para ceder el gobierno a los civiles. Todo esto, legitimado con la ausencia de participación oficialista.

La Cancillería fue dirigida por el licenciado Fernando Andrade Díaz-Durán, quien diseñó una política exterior clara. Esta sirvió de pilar para resolver el choque de intereses entre el objetivo nacional —la paz a través de la democracia—, y las presiones que ejercían las facciones militaristas que imponían aquella visión de Reagan, de que la paz, en todo caso, se alcanza a través de la fuerza. Guatemala tenía claro de que el camino no era más ese, ya que en él, los muertos y la sangre corrían con bandera guatemalteca. La paz democrática era el claro objetivo. La pregunta era cómo evitar la imposición de los sectores duros de semejante socio y vecino, como lo es EE. UU.

Recuerdo haber conversado en una ocasión con el licenciado Andrade. Me quedó claro que trazó una sólida estrategia sobre tres principios que eran universales: La no intervención, el Respeto a la Soberanía, y la Autodeterminación. Sin embargo, para que esto fuera exitoso, buscó alianzas en importantes actores, como lo eran los europeos y principalmente de Latinoamérica, que se materializó en el Grupo de Contadora. Las alianzas fueron factibles gracias a que se promovió conscientemente una agenda basada en los compromisos que tenía el país de buscar la paz y la democratización del Estado, los cuales fueron respaldados con acciones concretas que se tomaban adentro de casa.

Quienes empujaban una agenda armamentista eran las fuerzas más poderosas que ha tenido la historia de la humanidad. Pero con una política internacional astuta y consciente de la posición histórica del país, logró que la diplomacia cumpliera con el mandato constitucional guatemalteco, de entregar a su pueblo lo que conviene a sus intereses. La política exterior en Guatemala es muchas veces desestimada, pues se cree imposible lograr resultados propios, debido a nuestro pequeño tamaño. Pero existen pinceladas en nuestra historia, como la dibujada por el canciller Andrade, un héroe preterido de nuestra democracia, cuyas acciones dejaron huella para el único camino digno a tomar en la actualidad.

@pepsol

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.

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