Avanzando pero también evaluando

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Interesante es observar que el primer mes del año toma su nombre de un dios de la mitología romana llamado Jano, quien tenía la característica de tener dos caras, una mirando hacia atrás y la otra hacia adelante. Cada vez que los romanos tenían que iniciar algo abrían las puertas del templo del dios Jano, fuera el inicio de una guerra o el inicio de un año, porque este daba un buen fin a lo que se iniciaba. Por ejemplo, se abrían las puertas al inicio de una guerra para asegurar un feliz término; cuando Roma vivía tiempo en paz las puertas permanecían cerradas. Esto sucedía también entre el fin y el inicio de un año calendario, para asegurar un feliz término y un inicio que auguraba lo mejor durante todo el año.

Esta refracción histórica de los romanos nos invita a entender que tenemos la responsabilidad de mantener una retrospección, o bien una evaluación de lo recorrido, para poder percibir cómo estamos avanzando. Esto lo hacemos muchas veces sin percatarnos, pero no lo aplicamos en el devenir del tiempo. Por ejemplo, si viajamos y tenemos planes de llegar a un determinado lugar y a determinada hora, verificamos en el reloj el avance para calcular si estaremos a tiempo o no. Igualmente si estamos en un vehículo, verificamos el combustible, cómo está rindiendo en la distancia, para saber cuándo tenemos que abastecernos para no quedarnos sin combustible, lo que resultaría en no poder llegar a tiempo.

La dinámica anterior debemos aplicarla cada vez que le damos vuelta a la página de nuestra agenda del año o marcamos en el calendario el día que ya vivimos. Porque si en la rutina estamos pasando los días, posiblemente no lleguemos a nada o nos enfrentemos con problemas porque se nos terminan los plazos marcados para el cumplimiento de trabajos, tareas o compromisos.

El transcurrir del tiempo no está sujeto a un análisis con sentimientos sino con voluntad de revisar o evaluar compromisos y tomar acción propositiva para poder lograr los cometidos. Vivimos en un contexto donde la gente es genialmente inventora de excusas para explicar por qué no logró lo que se le había pedido o se había comprometido, pero no arregla nada, sino un descrédito al que maneja excusas.

Las excusas son para informar que no tengo intención de cambiar y solo estoy haciendo el esfuerzo para que la gente me tolere y seguiré siendo como soy en mi modo de actuar. Solo las disculpas, y la promesa de que esto no se volverá a repetir, comunican la intención de un cambio y el deseo de mejorar, porque hay algo de mi parte que estará actuando.

Cada uno de nosotros podemos proponernos al final de este primer mes no ser lo que fuimos en el pasado y que este año tendremos una nueva imagen en las tareas de la rutina de la vida. Esto es un proceso de cambios planificados, y no como individuos, sino que este modo se proyectará a la sociedad si cada uno de nosotros asimila estas normas.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.