PLUMA INVITADA

Blanca lucidez

La atroz lluvia no será impedimento para que los miembros de la mesa electoral cumplan con su deber cívico de abrir las urnas muy de madrugada. El clima hará de las suyas y los noticieros informarán de inundaciones y otros desastres.

La inquietud se irá apoderando de los miembros de la Mesa a medida que no tengan más que hacer que verse las caras porque no se asomará ningún votante. Casi una hora después entrará el primer elector; diez minutos después, otro, y luego “con cuentagotas, sin entusiasmo, como hojas otoñales desprendiéndose lentamente de las ramas, las papeletas irán cayendo en la urna”. Casi al mediodía los pocos votantes que aparecerán entrarán “indiferentes”, saldrán “indiferentes”.

A las 4 de la tarde habrá dejado de llover y, misteriosamente, “miles y miles de personas de todas las edades y condiciones sociales, sin haberse puesto de acuerdo sobre sus diferencias políticas e ideológicas decidirán por fin, salir de casa para votar”. Ante la gran cantidad de electores habrá necesidad de prorrogar el cierre de las urnas.

Al hacer el escrutinio el resultado será que “los votos válidos no llegan al 25 por ciento” entre todos los partidos. “Poquísimos los votos nulos, poquísimas las abstenciones. Todos los otros, más del 70 por ciento de la totalidad estarán en blanco”. ¡Hay que repetir las elecciones!

Esta vez no lloverá. Ni siquiera habrán abierto los centros de votación y ya los electores estarán esperando, apiñados, para ejercer su derecho ciudadano. Pero, de nuevo, a pesar de la arrolladora asistencia a las urnas, los “blanqueros” repetirán la hazaña.

Ahora el escrutinio arrojará 83 por ciento de votos en blanco. El pueblo volverá a expresar con su voto que no está de acuerdo con ninguno de los candidatos porque ya varias veces se manifestó en las calles para dejar claro que en estas condiciones no quiere elecciones y no fue escuchado.

Ante esos resultados, las autoridades tomarán una serie de medidas para descubrir quién es el responsable de tal afrenta, pero la actitud de la ciudadanía será el silencio y ni una mínima señal de que haya consensuado su proceder en las urnas.

Heridos en su amor propio, presidente, ministros, diputados y demás funcionarios señalados de corrupción deciden, junto con los ofendidísimos candidatos a cargos de elección popular, castigar a la ciudad abandonándola. Y así, de manera sigilosa parten “a las 3 de la madrugada”, cuando, según su cuerpo de Inteligencia todos los habitantes duermen. Cuando esos votantes traidores despierten se encontrarán con que han quedado acéfalos y que vean cómo se las arreglan.

En la oscuridad, como lo haría cualquier ladrón, saldrán quienes no lograron engañar a los lúcidos votantes en medio del mayor silencio posible, pero cuál será su sorpresa que, a medida que se alejan, se van encendiendo las luces de cada vivienda para alumbrarles el camino que los lleve a cumplir el “castigo” impuesto.

Lo aquí escrito es una irrespetuosa adaptación del Ensayo sobre la lucidez, de José Saramago, con la esperanza de que los políticos analicen que su indiferencia a las peticiones del pueblo les podría deparar un sorpresivo resultado.

bcetino@yahoo.com

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