LA BUENA NOTICIA

Cardenales y mártires

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La reciente “creación”, hace apenas 72 horas, de un nuevo cardenal centroamericano por el Papa Francisco, el querido Monseñor Gregorio Rosa Chávez, lleva tanto la felicitación fraterna de la probada hermana Iglesia de El Salvador, así como a meditar en la relación tan íntima entre la identidad de un “Homo Cardinalis” (=hombre clave, literalmente, en la ayuda al servicio del Papa) y el don del martirio: en este caso, del Beato Mons. Óscar Romero. La clave se halla sin duda en el distintivo color púrpura (una variedad de rojo intenso) que se asigna a un cardenal, y que al ser “creado” (no ordenado, como suele decirse) “hombre clave”, lo une al misterio de la cruz —el rojo de la sangre— como máximo testimonio; aquel que precisamente mañana Cristo en la Buena Noticia señala como camino discipular: la renuncia a todo afecto o proyecto personal que pudiera posponer el seguimiento del Señor, y ese mismo seguimiento en un camino paradójico: la cruz, como vía de la gloria.

En su instrucción a quienes intentan seguirlo quizás inadecuadamente, Cristo, mártir o sea “testigo intenso” él mismo del amor del Padre, llama a todo evangelizador a “configurarse” con él en la renuncia del “dejar padre y madre”. Él, siendo igual a Dios, no se aferró a la gloria, sino que se “abajó” y tomando la condición de “siervo” fue obediente hasta la muerte, y “muerte de cruz” (Filipenses 2, 5ss).

Se invita en el Evangelio a “acoger al profeta”, supuesto “mensajero de Dios” con apertura, y generosidad (como aquella mujer anónima “sunamita” que construyó hasta una habitación para Eliseo, profeta itinerante). Pero ello remite a la pregunta ¿cómo distinguir en quien toca la puerta a un auténtico “profeta”? La deformación de la misión en proselitismo sectario, partidario, comercial, etc. es tal en el tiempo presente, que no es extraño “cerrar puertas o corazones” ante el agobio de tan sobrados “santos de los últimos días”, enviados de la “torre de vigilancia”, etc.

La identidad de la misión, del testigo mismo no puede definirse por el discurso algunas veces “de amenaza” en la visita a enfermos de hospitales, cárceles, catástrofes, o de “bendición” en los hambrientos de un “dios dinero” que asegure en medio de las débiles economías latinoamericanas, africanas, etc.

Dicha deformación hace volver de nuevo la mirada hacia el rasgo clave del corazón del mensajero de lo divino: la cercanía al dolor humano, pues “allí donde hay más sensibilidad se da más fuerte el martirio”, se atribuye afirmar a Leonardo Da Vinci (1452-1519), famoso por tantos “inventos” y poco conocido por su piedad. Sin duda el Beato Mártir Monseñor Romero, unido en tanta amistad al nuevo Cardenal Gregorio, la tuvo ante el sufrimiento prolongado de tantos en El Salvador: su figura colocada en la Catedral de Westminster, junto a Luther King o Maximiliano Kolbe (mártires de tiempos tan recientes), no deja de ser una llamada a aquella “sensibilidad” que es todo un rasgo del mismo Dios: el “sentir con”, no a nivel de ideas, sino de las realidades más crudas, equivale a “tomar la cruz y seguir al Señor” Sumo y Eterno Sacerdote, “capaz de interceder porque paciente él mismo del dolor humano” (Hebreos 2, 14).

Recordado también por su “sensibilidad/misericordia” para todos, interceda el Siervo de Dios P. Hermógenes, ayer celebrado en San José Pinula para que el seguimiento y la misión sean en verdad un “dejarse a sí mismo y tomar la cruz de la cercanía a los hermanos en su dolor”.

amons.esc@gmail.com

ESCRITO POR:

Víctor Hugo Palma Paul

Doctor en Teología, en Roma. Obispo de Escuintla. Responsable de Comunicaciones de la CEG.

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