CABLE A TIERRA
Chapucear el traje roto
Los duros golpes que ha propinado la Cicig durante los últimos tres meses a distintos actores y grupos de interés que están medrando de los recursos públicos desbalancearon el cuadrilátero. Hasta el 16 de abril, había logrado mantenerse en un precario equilibrio entre grupos de poder; pero finalmente, uno de ellos, la clica gubernamental, excediéndose manifiestamente en su voracidad, terminó por arrastrar a todos los demás a una condición de alta vulnerabilidad frente al actuar de la Cicig y el MP. Las revelaciones sobre La Línea y el caso Pisa en el IGSS, la captura y extradición de Marjorie Chacón, entre otros, nos ha mostrado de a poquitos cuán diversificadas y enraizadas están dichas redes delictivas en el Organismo Ejecutivo, al punto de que embarran hasta al mismo presidente, por mucho que se siga haciendo el loco y que lo tengan pegado con chicle a su poltrona. De la misma manera ocurrió en el sistema judicial y el legislativo y las poderosas redes delictivas que entretejen el actuar espurio en estos poderes del Estado. Por si faltara más, no solo se han destapado más casos desde entonces, sino tenemos para nuestro uso el Informe sobre financiamiento de partidos políticos que elaboró la Cicig, que devela sin ambages la naturaleza corrupta del sistema político.
No hay duda, han sido golpes muy fuertes. Sin embargo, parece que lo actuado no ha sido todavía suficiente como para que el contrincante caiga en la lona inconsciente y se rinda. El sistema político resiste e insiste en llegar a las elecciones, como si estas fueran el salvavidas que les rescatará del huracán Iván. Así de paso, el Tribunal Supremo Electoral, el único ente que podría todavía cambiar ahora el rumbo de las cosas, termina también de perder la relevancia que ha mantenido durante el proceso electoral.
Quienes protegen y sostienen al gobierno corrupto y su cabecilla se sentirán iluminados por cumplir con su deber de “proteger la institucionalidad”, cuando lo único que han hecho es terminar de trastocar todos los valores sociales y contribuir a prolongar la debacle del país.
Por otra parte, quienes ejercen control sobre el sistema económico tampoco quieren necesariamente que cambie el sistema político en el mismo sentido ni con la misma intensidad que lo quiere la ciudadanía. Les conviene más que haya dentro gente que se vende al mejor postor, que se pliega a sus intereses, sigue resultando el arreglo más rentable; total, los costos los pagamos otros. Les conviene que se mantenga la “institucionalidad” como está, y si bien están dispuestos a ceder con algún chapuz aquí o allá —como la LEPP deformada—, saben que en el fondo no han cedido ni un ápice de su poder sobre el Estado.
Hay demasiados negocios e intereses nacionales, regionales y transnacionales en juego; la geopolítica también, dicen. Ya entrarán los tecnócratas e intelectuales orgánicos del sistema a reflotar el barco un tiempo más. Mientras tanto, el PIB crece a 4.5%, el sistema financiero sigue engordando y, claro, para los pobres, los desnutridos y los enfermos, allí estará siempre la ONU.
De esto tratan estas elecciones, de hacerle un chapuz al sistema para que siga funcionando. Si usted tiene espíritu de sastre y es de los que piensa ejercer su derecho al voto el seis de septiembre, por lo menos lea antes con detenimiento el informe de la Cicig. Con las primeras 50 páginas le bastará. Así al menos votará sabiendo cuán podrida está la tela. http://www.cicig.org/uploads/documents/2015/informe_financiamiento_politicagt.pdf