Cinco, sí; 10, no
El conductor llevaba un quepis, daba los buenos días y ofrecía al pasajero algún periódico. Alcanzado el incremento, los empresarios arrancaron los asientos —es que la gente nada cuida— para meter más carga.
Vinieron, entonces, las “preferenciales”, un tipo de camioneta de apariencia cómoda y “un poquito” más cara. Lograron otro aumento. Quienes no tuvieran dinero para pagar una preferencial, podían esperar un bus viejo que cobraba menos, solo que ya no circulaban porque eran de los mismos dueños. Obligaron así a las personas a usar las preferenciales, a las que también les arrancaron asientos.
Los autobuseros reportan pérdidas desde hace más de 50 años y no dejan el negocio. Dicen que tenemos uno de los precios de boleto más bajos de América, mas no agregan que, también, los buses más destartalados del mundo. La solución ciudadana —quienes pueden, por supuesto— ha sido comprar uno, dos, tres o cuatro vehículos. Cada mañana se desborda la marea. Cientos de miles de conductores van enfurecidos. Se añade el miedo a los asaltos, riesgo de choques, gasto de combustible. A la famosa hora chapina se le sumó ya media hora más de tardanza. Tanta tensión está matando a este país.
Si bien es problema que haya muchos vehículos —cada día entran a Guatemala unos 240— más lo es que carezcamos de un transporte público digno. Si lo hubiera, andaríamos en bus, gustosamente. Lo que hay son cajones de hojalata que tiran humo negro, viajan a gran velocidad, sin luces; sus sillas son pedazos de hierro oxidado; los choferes irrespetan las leyes de tránsito, agreden física y verbalmente a los usuarios, cobran lo que quieren. Maltratan a los adultos mayores, tocan a las muchachas, viajan contra la vía, echan su armatoste sobre ciclistas y peatones. A pesar de eso, el gobierno actual les aumentó el subsidio ¡de Q245 a Q435 millones! —lo cual ya se olvidó, claro—. No hay palabras para expresar tanto repudio. ¿Pero, no será que nos lo merecemos por esa extraña resignación a lo que venga?
@juanlemus9