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Acciones inclusivas versus lenguaje inclusivo
Supuestamente el lenguaje inclusivo implica no usar palabras, frases, imágenes y tonos que perpetren estereotipos de género o discriminación a grupos específicos de personas por su sexo, orientación sexual, identidad de género, edad, etnia, apariencia física o condición social. Sin embargo, esta moda está vulnerando la riqueza original de todos los idiomas y lo vuelve un tema irónico y controversial.
' Ser inclusivo va más allá de un lenguaje, la verdadera inclusión, sería poner rampas en todos lados para personas que utilizan sillas de ruedas.
Brenda Sanchinelli
Este popular lenguaje inclusivo ofrece, en teoría, describir y crear la mejor realidad que podamos imaginar, un mundo libre de violencia en todas sus formas; uno donde toda vida, identidades y experiencias sean entendidas y aceptadas. Pero, hasta hoy solo protegen una cara de la moneda, a los que pertenecen al lado progresista y liberal. Excluyendo todo lo tradicional y conservador, al que no piensa como ellos lo tachan de anticuado y retrógrada. Lo que representa una agresión hacia un grupo determinado que pretenden aniquilar.
Las palabras tienen un poder increíble: pueden destruir, oprimir, sanar, liberar y generar muchas otras emociones. Incluso las grandes transformaciones sociales y culturales empiezan promoviendo cambios en el idioma. El lenguaje que utilizamos, por lo tanto, se mueve dentro de un espectro emocional, que va desde el odio activo hasta el amor profundo. Por esta razón debemos ser cuidadosos con nuestras palabras, y su magnífico poder, usándolas siempre de la manera más vital y compasiva posible.
¿Qué pasaría si la sociedad actual, en lugar de estar tan enfocada en utilizar un “lenguaje inclusivo”, se ocupara más de ejecutar acciones concretas que realmente lograran incluir a las personas, es decir, empezar a fundar una comunidad más justa y ecuánime? Por ejemplo, en lugar de preocuparse tanto en decir “guatemaltecos y guatemaltecas”, con una larga y desgastada frase, simplemente decir “guatemaltecos”, una palabra que, según la RAE, incluye a ambos géneros que han nacido en el territorio de Guatemala.
Lo importante sería que “todos los guatemaltecos”, si enferman, pudieran tener acceso a un excelente hospital estatal, atendidos por médicos de primera, con vocación de servicio. Ser tratado en un hospital que dignifique al ser humano en su enfermedad, tratado con consideración y respeto, sin pagar un solo centavo.
Que todos los niños, sin decir la desgastada frase “niños y niñas”, pudieran asistir a una hermosa escuela, con lindos escritorios, campos de juego, excelentes maestros con verdadera vocación que los prepararan con una educación integral y competitiva a nivel internacional.
Ser inclusivo va más allá de un lenguaje. La verdadera inclusión sería poner rampas en todos lados para personas que utilizan sillas de ruedas. Que libros con sistema braille estuvieran disponibles para las personas no videntes. Que todo el mundo, sin importar su condición social, pudiera comer tres veces al día. Que hubiera igualdad de género para una justicia pronta y eficaz. Así también incluir a cualquier persona como guatemalteco, sin importar su raza o sus preferencias sexuales. Todos como ciudadanos tenemos los mismos derechos y deberíamos tener las mismas oportunidades. Ser respetados por el Estado y por las demás personas.
Este enfoque y perspectiva del lenguaje inclusivo, que de “inclusivo no tiene nada”, solo genera odio, rencor, venganzas y divisiones entre hermanos. Sería adecuado que, en adelante, los políticos de turno, cuando se dirijan a los guatemaltecos en sus discursos, no se enfoquen tanto en clichés, sino en acciones que nos incluyan a todos verdaderamente, para mejorar nuestra calidad de vida en salud, educación, infraestructura, justicia y seguridad.