CON OTRA MIRADA

¡Alabados sean los ancestros!

|

Gregorio IV oficializó la fiesta de Todos los Santos para el 1 de noviembre, en el año 835, cuando se celebraba una festividad germánica y la Iglesia estaba dispuesta a eliminar las fiestas paganas, a fin de universalizar la institución. Según la iglesia católica, para ser santo solo hay que participar de la santidad de Dios; en otras palabras, todos los creyentes son santos.

' Y evoco la sabia sentencia de mi padre: mientras haya quien te recuerde, no morirás.

José María Magaña Juárez

Al día de Todos los Santos le sigue el de los Fieles Difuntos, de los Muertos o de las Ánimas (2Nov), dedicado a visitar los cementerios, orar por el alma de quienes han dejado la vida terrenal, llevarles flores y comida. En América, ese sincretismo cultural enriqueció las tradiciones populares. Su resultado en Guatemala fue el vuelo de barriletes, como medio de comunicación con los ancestros, y el fiambre, deleite culinario esperado a lo largo de todo el año. El fiambre constituye una de las más importantes “comidas sacras” que el recordado historiador Celso Lara registró dentro de la cultura mesoamericana y que el viajero Tomas Gage asentó en su crónica de Viajes a Guatemala y Santiago de Guatemala, en 1625.

Al guatemalteco no le interesa si el fiambre es rojo, blanco, dulce o divorciado, pues el mejor, sencillamente, es el que hace la abuela, la madre o quien sea el fiel depositario de las tradiciones, incluyendo el sabor, que cada año mejora, ratificando así la importancia del núcleo familiar. Entidad esta de compleja organización a la que debemos prestar atención.

Según el doctor Orchanski, pediatra cordobés, en los últimos 50 años nuestro estilo de vida familiar cambió drásticamente como consecuencia de un nuevo sistema de producción. La inclusión de la mujer en el circuito laboral llevó a que ambos padres se ausenten del hogar por largos períodos, creando como consecuencia el llamado “síndrome de la casa vacía”.

El nuevo paradigma implicó que muchos niños quedaran a cargo de personas ajenas al hogar o en instituciones. Esta tercerización de la crianza se extendió y naturalizó en muchos hogares.

Algunos afortunados todavía pueden contar con sus abuelos para cubrir muchas tareas: protección, traslados, alimentación, descanso, hasta las consultas médicas. Estos privilegiados chicos tienen padres de padres y lo celebran eligiendo todos los apelativos posibles: abu, abuela/o nona/o, tata, yaya/o, oma, abue o por su nombre, cuando la coquetería lo exige.

Los abuelos no solo cuidan, son el tronco de la familia extendida que aporta algo que los padres no siempre vislumbran: pertenencia e identidad, factores indispensables en los nuevos brotes.

La cuenta no se limita a los abuelos. Veamos y hagamos números. Los padres son dos, abuelos cuatro, bisabuelos ocho, tatarabuelos 16, trastatarabuelos 32, pentabuelos 64, hexabuelos 128, heptabuelos 256, octabuelos 1,024 y decabuelos 2,048. En 11 generaciones (unos 300 años) hay 4,094 ancestros, antes que cualquiera de nosotros naciera.

Cuántas cosas pasaron en ese lapso. Cuántas luchas, alegrías, amores y desamores; cuánta fuerza para sobrevivir. Existimos solo porque cada uno de ellos existió.

Veo en mis manos las de mi padre, la estructura corporal de mi madre, las habilidades de mi abuelo, la sensibilidad de mi abuela. Soy la suma de todos ellos; resultado del trabajo, sueños y desvelos de hombres y mujeres a quienes, sin haber conocido, rememoro como lo hicieron mis padres en el Día de los Fieles Difuntos, y los otros 364 días del año, y evoco la sabia sentencia de mi padre: mientras haya quien te recuerde, no morirás. Entonces cavilo sobre mis ancestros, a quienes dedico una plegaria.

ESCRITO POR:

José María Magaña

Arquitecto -USAC- / Conservador de Arquitectura -ICCROM-. Residente restauración Catedral Metropolitana y segundo Conservador de La Antigua Guatemala. Cofundador de la figura legal del Centro Histórico de Guatemala.