CABLE A TIERRA

Álvaro Colom, el amigo, el jefe, el presidente

Fueron conocidos mutuos quienes le propusieron mi nombre como posible reemplazo para la Segeplán, dada mi labor de años con los Informes Nacionales de Desarrollo Humano del PNUD. A pesar de no conocernos en persona, ni yo ser militante de su partido político, él decidió correrse el riesgo de ofrecerme el cargo y yo me corrí el riesgo de aceptar. Álvaro Colom, el presidente, me dio un claro mandato de liderar el restablecimiento y fortalecimiento del Sistema Nacional de Planificación del país, que lamentablemente había venido a menos. Álvaro Colom quería que el país funcionara de otra manera, que se ordenara, que se emplearan mejor los recursos públicos, la inversión, y que el esfuerzo del sector público se dirigiera hacia aquellos que más necesidad tenían en el país de tener ese soporte, necesario para apalancarlos para salir del hambre y de la pobreza. Sobre esas premisas y compromiso trabajamos durante su gobierno.

Con el tiempo, fuimos estableciendo una relación de mutuo respeto y confianza. Como jefe, siempre me apoyó y alentó a seguir adelante con la tarea que me tocaba en Segeplán, confió en mi criterio y en el trabajo que junto con el magnífico equipo de subsecretarias impulsamos para darle nueva vida a la institución y a la planificación para el desarrollo. También me protegió de las tinieblas y de las enormes presiones que se viven en esos puestos. Es que nada es fácil en medio del mar de contradicciones e intereses que se mueven dentro del Estado.

' No es fácil gobernar en medio de un mar de contradicciones.

Karin Slowing

No pretendo idealizar ese gobierno ni al presidente Colom. Fue un gobierno imperfecto y marcado por todos los males que aquejan a los gobiernos civiles que se han sucedido desde la democratización del país en 1985 hasta el 2016, que en medio de esas contradicciones intentaban avanzar pero que nunca lograron romper con una correlación de fuerzas cuyos actores adversan la democracia y el derecho de todos al desarrollo, la equidad y la inclusión. Así, la vocación democrática e incluyente del presidente Colom y de varios en su gabinete chocaba continuamente con muchas dualidades internas y fuerzas en contradicción, jalando cada una en sentidos distintos. Así fui entendiendo que la visión y la “voluntad política” no alcanzan para enfrentar y doblegar a esos poderes, y por eso cada administración de gobierno terminaba dando vueltas y vueltas a los temas estructurales sin poder resolverlos. Que eso explica en buena medida las brechas entre discurso y práctica que se podían observar. Dentro de esa realidad, el presidente Colom siempre mantuvo su esencia de bondad, su carácter afable y conciliador, temple del cual también algunos se aprovecharon para mover su agenda particular. Aun así, considero que fue el último gobierno que tuvimos que le apostó al desarrollo, tal y como lo mandataban los acuerdos de paz; navegando entre todas esas contradicciones que se viven a lo interno de un gobierno.

Pasaron 10 años ya de esa gestión y nunca vi cambiar su alma bonachona y bondadosa, a pesar de las vicisitudes y adversidades que enfrentó estos últimos años. No es fácil escribir sobre estos temas; ya vendrán historiadores que examinen la gestión del presidente Colom y de su gobierno con más ecuanimidad de la que es posible tener en la actual coyuntura del país.

Despido hoy al amigo y al jefe que confió en mí y me dio la oportunidad de servir a mi país con lo mejor de mis capacidades. En estos muy sombríos días que se viven en Guatemala, rememoro cómo, por primera vez en la historia del país, durante su gobierno ondeó la bandera de los 4 Pueblos en el Palacio Nacional. Me da confianza de que llegará el día en que en Guatemala prevalezca una auténtica democracia, y el desarrollo e inclusión de todos.

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