SI ME PERMITE

Aprender de nuestros errores es ser sabio

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“Las personas podrían aprender de sus errores si no estuvieran tan ocupadas negándolos”. Carl Jung

Desde el día que llegamos a este mundo para iniciar la vida, hasta el último momento, cuando debemos partir al más allá, estamos cometiendo errores, estemos conscientes o no.

' Todos cometemos errores, pero lo importante es no repetirlos porque aprendimos de ellos

Samuel Berberián

Ninguno de los mortales, si es prudente, negaría sus errores, sean estos manifiestos a su alrededor o no. Pero lo más provechoso es poder entender y comprender que cuando cometemos un error debemos corregirlo y no debe existir razón por la cual debamos repetirlo.

Los errores que cometemos, cuando son analizados, pueden llegar a ser una escuela que nos enseñará dónde están nuestras áreas más débiles o descuidadas por las que cometimos el error. Indudablemente, el vivir muy confiado o apurado abre las puertas para que no encontremos los errores y no tengamos el suficiente tiempo para reflexionar y de ese modo evitarlos, o bien, no repetirlos.

Nos deberíamos preguntar lo ridículo, lo vergonzoso que es cuando cometemos un error y hacemos todo el empeño, no en corregirlo, sino en encubrirlo. Y lo más lamentable de esta acción es que las personas que nos rodean son conscientes de nuestros errores. Pero, posiblemente por amables, o bien discretos, prefieren callarlo, pero nosotros podemos traducir ese silencio como que no saben de nuestros errores.

Claro está que nadie nos va a pedir, y mucho menos exigir, que salgamos a publicar nuestros errores como señal de humildad. Lo sorprendente es que el gran Maestro de Galilea enseñó que cuando nuestros errores afectan o dañan al prójimo, tenemos la sagrada obligación de reconocerlo y disculparnos con aquellos a quienes de alguna manera hemos dañado. Este tipo de conducta nos habrá de dignificar con los que conviven con nosotros.

En muchas ocasiones hay quienes se toman la molestia de indicarnos los errores que podemos haber cometido. Antes de justificar y explicar lo que pasó, lo correcto es agradecerles por tomarse el tiempo y el cuidado del señalamiento del error, con el agregado de que estaríamos mucho más agradecidos si nos ayudaran, de alguna manera, para que ese error no se vuelva a repetir.

Es de prudentes entender que en esta vida tenemos el sagrado deber no solo de amar al prójimo, sino de ayudarlo también para que pueda vivir evitando cometer errores, los cuales son innecesarios y poco provechosos.

Probablemente hemos conocido personas con quienes nos relacionamos, y que una vez que han cometido un error todavía quieren imponer sus razones, en lugar de mostrar una conducta propiamente humana de saberse disculpar.

En verdad, este ejercicio debe ser inculcado lo más temprano en la vida a los niños cuando se les está educando, y deben aprender el valor que tiene el pedir perdón cuando se ha cometido un error, antes de saber pedir cualquier otra cosa.

Sin tener que usar mucha imaginación, nos podemos visualizar viviendo en una sociedad no solo en forma armónica, sino también con el cuidado necesario para no estar cometiendo errores que se pueden evitar.

Pero si por alguna razón no se pudieron evitar, también tener la necesaria gallardía de hacer algo, pidiendo las debidas disculpas, para poder, de ese modo, sanar las relaciones y borrar de alguna manera las memorias negativas que en los demás pueden dejar los errores que podemos cometer.

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.