DE MIS NOTAS

Atitlán será otro Amatitlán

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Quienes amamos nuestro querido Ati, permanentemente nos hablamos sobre su gradual deterioro. Especialmente desde la aparición de la cianobacteria. Al respecto, Alberto Rivera me escribió recientemente y me caló hondo leer “Atitlán será otro Amatitlán”. Lo reproduzco por ser de interés nacional e internacional. “Tienes el privilegio de gozar de uno de los paisajes más dramáticos y hermosos del mundo: Atitlán. Pero perderás ese privilegio, porque ya no es azul sino turquesa, la basura cubre su belleza, y se está volviendo un enorme inodoro sucio y maloliente.

' Reforestación, protección de nacimientos y zonas de recarga hídrica, agua potable para todos y trasvase es la mejor gestión del agua.

Alfred Kaltschmitt

La causa: En la cuenca de los 50s había siete veces menos gente que hoy, y solamente Panajachel tenía acueducto. El agua para las casas llegaba por canales de riego o se recogía directamente del lago. Las necesidades las hacían en letrinas o milpas, sin riesgo ambiental porque había relativamente poca gente. Hoy más de 100 mil personas en San Pedro, Santiago y San Lucas diariamente toman el agua del lago. Aunque es del acueducto municipal (o precisamente por eso), la tienen que hervir pues no es potable.

¿Por qué? Esa misma agua, usada en baños, cocinas, lavaderos y otros usos, es descargada directamente en el lago, aportándole gran cantidad de patógeno que enferman a los que beben estas aguas. Este es un grave problema ambiental, económico y de pérdida de calidad de vida; es el deterioro de un atractivo turístico de talla mundial; pero, ante todo, es un serio problema de salud pública.

¿Qué hacer? La ingeniería sanitaria propone no descargar las aguas residuales en las fuentes de agua potable, no envenenar el pozo del que se bebe. El reglamento especial de Atitlán, más exigente que los vigentes para el resto del país, no es suficientemente estricto y permite envenenar las aguas. Esas descargas no se permiten ni en EE.UU. ni en Europa. Peor aún, hay 15 alcaldes y 2 empresas privadas demandadas —en juicios que no prosperan— por no cumplir con estas normas mínimas e inadecuadas.

¿Qué opciones tenemos? Tres: (1) reusar las aguas residuales dentro de la cuenca para agricultura, sin descargar al lago; (2) purificar esas aguas antes de descargarla en el lago; y (3) trasladarlas fuera de la cuenca para generar hidroelectricidad y reusarlas en agricultura. (1) El reúso en agricultura sin descarga al lago ya se hace en las plantas de San Antonio y San Bartolo en Sololá. Pero los reservorios, tuberías, bombas, manejo de lodos y derechos de paso para toda la cuenca tendrían un costo enorme y exigirían capacidad técnica sin igual en Latinoamérica. No es viable. (2) Hoy las plantas de tratamiento de aguas residuales (PTAR) producen lodos contaminados y las aguas ‘tratadas’ envenenan el lago con patógenos. Las PTAR ideales deberían descargar aguas residuales sin patógenos, con mínimas cantidades de nutrientes, y los lodos deberían llevarse fuera de la cuenca. Pero en Latinoamérica no existe una sola planta con estas características (o sea que no contamine), ni se tiene el equipo especializado de operadores y el laboratorio para operarla. Resultan tan caras que proyectadas a 25 años costarían U$57 millones más que (3) la exportación de aguas residuales —U$158 millones vs U$101 millones—. Queda claro que la reforestación, la protección de nacimientos y zonas de recarga hídrica, el agua potable para todos y el trasvase es la mejor gestión del agua. Su gobernabilidad en la cuenca de Atitlán por medio de una empresa mancomunada de todos los municipios de Atitlán con autonomía funcional, personería jurídica, fondos propios y, sobre todo, con participación ciudadana es el futuro. Que todos se levanten, que nadie se quede atrás. Flores y San Benito, Petén así lo hicieron. Mientras tanto, las municipalidades de la cuenca y el gobierno insisten en construir plantas de tratamiento ‘baratas’ que contaminan el lago.” Si no se hace algo. Amatitlán será otro Atitlán.

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.