SIN FRONTERAS
Brickell y ahora Zona Viva, para los humildes
El sitio electrónico de un corredor inmobiliario anuncia la venta de un apartamento de alto lujo en la zona de Brickell. Esto en Miami, en su centro financiero, a pocos pasos de sus calles de turismo, playas, restaurantes y tiendas de verano. La suerte entre nosotros, pues el apartamento corre ahora con un precio rebajado: 37 millones de dólares. No se asuste, por favor, por ese precio estrafalario; Brickell —le dirán— lo vale, pues es lugar de famosos deportistas, cantantes y actores, que tienen ahí una residencia. Y qué decir, es también el centro de negocios para millonarios latinoamericanos, que encontraron en esa ciudad un ambiente ideal para cerrar tratos, y vivir la vida de fortuna. Pero ojo, que no todos encuentran hospitalidad en un lugar tan exclusivo. Brickell puede ser intimidante. Una tras otra, las torres rascacielos tocan lo alto de las nubes, con ventanas de espejo, cromos y piscinas cristalinas. Y justo ahí, donde uno esperaría ver a Enrique Iglesias conduciendo un Lamborghini, vecina al JW Marriot y sus habitaciones de US$400 la noche, está también situada, para nuestra población, la oficina del Consulado General de Guatemala.
' Conamigua: ¿por qué no situarlo –en todo caso- en la Roosevelt, en la entrada de Occidente?
Pedro Pablo Solares
En la acera del edificio se suele ver medio perdidos a campesinos guatemaltecos, cuando llegan a tramitar sus documentos. Y es imposible no asombrarse de cómo estos ciudadanos, del más humilde antecedente, logran llegar hasta ese lugar. Si bien, se calcula que más de doscientos mil viven en el sur de ese Estado, la inmensa mayoría reside dos horas, en poblados más pequeños y amigables, que la ostentosa Miami. Los “raiteros”, como se les llama a quienes conducen en carros a los migrantes, cobran hasta US$400 para llevarlos a Miami. ¿Por qué, entonces, poner aquí el consulado? pregunté un día a la cónsul del momento. Con ligereza reflexiva, y plástico positivismo, me respondió, sonriente, que es el mejor lugar, pues “queda cerca de todo; tiendas, restaurantes, e incluso el aeropuerto”, por aquello de que alguno que haya ido ahí de “shopping” necesite reponer su pasaporte para volar a casa. Cierto es que hace unos años se abrió un nuevo consulado para esa área en un pueblo ideal —Lake Worth—. Pero el de Miami, con sus altísimos costos, continúa abierto.
Vino a mi memoria lo del consulado en Miami, pues muy a su estilo, ahora, Conamigua, ese ente que se ha demostrado inútil para las necesidades de la gente, estrena este año su nueva sede, tras haber sido desalojado del público edificio del Ministerio Exterior. Y fueron a escoger para arrendar una oficina en el 10º. nivel de un edificio diseñado para negocios, en la zona 10: La lujosa Zona Viva. No solo la zona cara del país, sino una diseñada para la vida de gustos exquisitos de los más acomodados. Según nota publicada por Prensa Libre, el secretario de ese Consejo habría justificado la selección, diciendo que “el precio es el más bajo de la Zona Viva”. ¡Claro! Como si fuera indispensable alojarse en esa zona, como si no hubiera sido mejor, en todo caso, un lugar más amigable para la mayoría de usuarios que vienen desde las más recónditas aldeas de Huehuetenango, San Marcos o Quiché.
En el caso de Miami, uno se pregunta ¿por qué no cerrar esa oficina —con el costo que eso implique— y dejar abierta solo la de Lake Worth? Y en el de Conamigua, si acaso no se cierra el ente inútil, ¿por qué no situarlo —en todo caso—, digamos, en la Roosevelt, en la entrada Occidente a la ciudad, y cerca del Renap? La única explicación que viene a mi mente es el gusto refinado de los funcionarios; su sentido desorientado de la función pública que tienen a su cargo, y el privilegio descarado de quienes se rinden al servicio de la clase política que maneja el país. Consulados en zonas de ricos y famosos; Conamigua en las exclusivas zonas rosas. ¡Hágame usted el favor!