De mis notas

Canto de guerra contra Israel y la paradoja de la solidaridad internacional

Manifiesto vigente de países árabes en Jartum 1967: “No a la paz con Israel, no al reconocimiento de Israel, no a las negociaciones con Israel”.

Contra toda lógica, Guatemala ha decidido voltear la página en su histórico libro de alianzas y votar a favor de la plena integración de Palestina como Estado miembro de la ONU. Esta decisión, más que una elección diplomática, parece ser el eco de un coro que, con tonos graves y preocupantes, ha estado entonando un canto de guerra cada vez más hostil hacia Israel en los campus universitarios, impregnado de veneno antisemita, financiado por Hamás y oenegés radicales para resonar hasta en los pasillos de la opinión pública internacional.

Alinearse con terroristas es una traición a Israel y a Guatemala.

Y uno se pregunta con una mezcla de incredulidad e indignación, ¿qué tan corta es la memoria de estos grupos? Parece que se ha olvidado el genocidio más documentado y brutal de la historia moderna: el Holocausto. Aquel intento sistemático de exterminio del pueblo judío parece desvanecerse en la memoria colectiva de aquellos que hoy cuestionan el derecho de Israel a existir.

Israel emergió de las cenizas del Holocausto, enfrentando una hostilidad constante desde su nacimiento. No una, ni dos, sino en múltiples ocasiones, sus vecinos lo han atacado con el objetivo de borrarlo del mapa. Recordemos el famoso documento de los “tres no” firmado por todos los países árabes en Jartum en 1967: “No a la paz con Israel, no al reconocimiento de Israel, no a las negociaciones con Israel”. Cuán conveniente es omitir estos detalles por aquellos que ahora apoyan ciegamente la causa Palestina.

La decisión de Guatemala no solo traiciona una alianza histórica, sino que también se alinea con una narrativa peligrosa que legitima a un pseudogobierno bajo el control de Hamás, organización terrorista, cruel y sanguinaria que no esconde sus intenciones destructivas.

Lo que presenciamos hoy es un acto de amnesia política, combinado con una dosis de hipocresía internacional. Guatemala, bajo la nueva administración de Bernardo Arévalo, ha optado por una postura que, lejos de promover la paz, incentiva el conflicto y el reconocimiento a entidades que no han demostrado un compromiso real con la paz ni con los derechos humanos.

Ni una palabra de la grave situación que enfrenta Israel al tener que defenderse de misiles lanzados desde hospitales y edificios civiles, utilizados como escudos humanos. Esta táctica inmoral busca invisibilizar la legítima defensa de Israel.

La realidad es que la situación de Israel es única en la arena internacional, defendiéndose contra una constante amenaza de aniquilación. A pesar de esto, Israel ha demostrado repetidamente su disposición a buscar la paz, incluso bajo condiciones extremadamente adversas. No obstante, la pregunta persiste: ¿Es justo exigir a un país que se mantenga pasivo mientras misiles llueven sobre sus ciudades, lanzados desde zonas pobladas por civiles que son utilizados por grupos terroristas como escudos humanos?

Estos actos de agresión no solo son ataques contra Israel; son ataques contra los principios fundamentales de humanidad y justicia. Y, aun así, la respuesta internacional a menudo se inclina hacia la crítica de las medidas de defensa de Israel, en lugar de condenar a quienes perpetúan el ciclo de violencia. La legitimidad de la defensa israelí se cuestiona constantemente, mientras que las acciones provocadoras y los crímenes de guerra de Hamas se minimizan o ignoran.

Este voto de Guatemala en la ONU no es solo un revés diplomático para Israel; es un símbolo de una tendencia preocupante que amenaza con socavar los esfuerzos de paz en la región y fortalecer a aquellos que ven en la violencia una herramienta legítima para alcanzar sus objetivos políticos.

No hay camino para la paz, la paz es el camino. (Mahatma Gandhi)

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.