ALEPH

¿Ciencia en Guatemala?

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Un país sin ciencia jamás será un país soberano. Para poder ampliar lo que digo, he pedido la autorización del reconocido científico guatemalteco Enrique Pazos, para citar un “hilo” que él desarrolló en Twitter hace un par de días. “En física”, dice Pazos, “uno suele hacer experimentos mentales. Son situaciones hipotéticas sujetas a las leyes naturales, como cuando Einstein imaginó el elevador cayendo libremente, concluyendo que la gravedad se anula. Hagamos un experimento mental con la ciencia en Guatemala:

Supongamos que GT (Guatemala) es el único país en el mundo, que no hay gente en otra parte del planeta. Algunas implicaciones: no habría a quién comprarle automóviles, celulares, televisiones, microondas, focos de luz, refrigeradores, medicinas, maquinaria pesada, computadoras, equipo de cirugía, máquinas de rayos X, tomografías, resonancias magnéticas, etc. Es decir, viviríamos como hace dos siglos: muriendo de infecciones, viajando a pie o a caballo, realizando trabajos de labor física, perdiendo dientes y muriendo jóvenes.

Como estamos suponiendo que no existen otros países, no hay quien provea toda la tecnología que usamos a diario. Es decir, disfrutamos de los avances de la ciencia porque se los hemos comprado a otros países y eso hace que no tengamos ciencia para resolver problemas locales. En el momento que no pudiéramos comprar tecnología extranjera por el simple hecho que no existe, solo nos quedaría una opción: voltear a ver a nuestra propia gente y encargarle a nuestros científicos que encuentren una cura o una solución. Allí generamos actividad económica. El proceso de formar y fomentar ciencia local es un plan a largo plazo, pero beneficiaría al país en todo sentido. En lugar de que la industria le pague a un técnico extranjero o de comprar tecnología, ese dinero iría a trabajos y proyectos locales. Desarrollar soluciones propias sería más lento que comprarlas en el extranjero, pero más rentable a la larga. Se crearía una economía basada en conocimiento de alto nivel, investigación enfocada en problemas propios de nuestra región y de nuestra gente.

' No tener un mínimo desarrollo científico hace que nuestra economía dependa fuertemente de la agricultura.

Carolina Escobar Sarti

La ciencia no se ha desarrollado aquí, en parte porque no se la exigido, porque es más fácil comprar a otros países lo que ya existe. Pero eso tiene consecuencias: no tener un mínimo desarrollo científico hace que nuestra economía dependa fuertemente de la agricultura. La agricultura como fuente de riqueza es cosa del pasado. No podemos vender fruta barata y comprar electrónicos caros. Además, el cambio climático es inminente y la agricultura será uno de los sectores más afectados.

Para hacer frente a los cambios (de cualquier tipo) necesitamos gente que sepa analizar, formular, crear e imaginar; necesitamos científicos y desarrollar ciencia. Eso es lo que hicieron los países que una vez fueron pobres, puesto que nadie más tenía las soluciones, tuvieron que hacer que sus científicos crearan la tecnología. Estos son negocios multimillonarios, mientras que aquí seguimos produciendo azúcar y café, como si aún viviéramos en la Colonia. Tal vez allí estamos todavía. Si los candidatos a gobernar el país quieren ser tomados en serio, sus propuestas deben incluir planes de desarrollo de ciencia y tecnología. De lo contrario, en 100 años vamos a seguir hablando de lo mismo en condiciones peores a las actuales”, concluye Pazos.

¿Por qué la ciencia, entonces? Pensar científicamente prioriza los hechos ante las creencias, lo cual nos invita a no ser dogmáticos; nos hace plantear varias hipótesis para explicar mejor los hechos, lo que nos hace más abiertos a otras maneras de pensar; hace avanzar a la humanidad y ayuda a entender mejor estos tiempos de incertidumbre y cambio constante en GT y el mundo desde la rigurosidad, pero también desde la imaginación que abraza ideas que deben probarse. De GT se nos van todos los días los niños, niñas y jóvenes, y con ellos cerebros, generaciones y eso que llamamos país.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.