ALEPH
Ciudadanía, no vasallaje
Somos ciudadanas y ciudadanos, no súbditos. Y nos indignamos, porque razones nos sobran. Así que mi mensaje va para la juventud de este país, la que es joven en el cuerpo y la que es joven en su esperanza. Este es el momento para la indignación y el compromiso, el momento para la resistencia y la propuesta. Es el momento de transformar a Guatemala. “Todos juntos debemos velar por que nuestra sociedad sea una sociedad de la que podamos estar orgullosos”, dijo Stéphane Hessel en ¡Indignaos!, un alegato contra la indiferencia y a favor de la insurrección política.
' Porque las tiranías no nacen solo porque haya tiranos, sino porque hay muchos indiferentes ante lo que pasa.
Carolina Escobar Sarti
La indignación no es espontánea. Lo que por mucho tiempo se oprime, revienta fuerte. Hablo de un orden que, en teoría, se autodenomina democrático y libre como el nuestro, pero en la práctica es opresor para muchos. Algo así como la libertad sin control de un zorro en el gallinero, como diría Hessel. Y ese zorro es el pacto de corruptos. Un Estado represor se sostiene porque sus fuerzas de seguridad y sus operadores políticos están dispuestos a defenderlo. Por ese camino se instala el miedo entre la ciudadanía y no se llega a la democracia, ya que quienes tienen el poder de las armas, las leyes y la justicia lo usan para el mal, en lugar de usarlo para el bien.
Lo hemos dicho: no fue solo lo sucedido en el Congreso con la aprobación de un presupuesto gigante y desfinanciado lo que nos indignó; esa fue la guinda del pastel. Fueron la represión de la PNC en la manifestación del 21 de noviembre y el actuar cómplice e indiferente del MP frente a esos hechos criminales, como en tantas ocasiones anteriores. Fue la indignación acumulada por el actuar de la cuadrilla de cuatreros del Congreso, el Ejecutivo y la CSJ que se articulan con el capital tradicional y emergente para sostener el statu quo y robar descaradamente hasta en tiempos de pandemia y huracanes, sin rendir cuentas. Estamos indignados por la falta de educación, justicia y salud, por la desnutrición y el abandono en que viven millones. Por la creación de un costoso Centro de Gobierno para el favorito del presidente y por los diez préstamos millonarios gestionados en medio de un estado de Calamidad, sin saber su destino. Por la viciada y retardada elección de Cortes y el nombramiento de operadores del pacto de corruptos como Molina Barreto en la CC. Estamos indignados por un Cacif que podría hacer tanto por Guatemala pero sigue poniendo y quitando presidentes, manipulando la justicia, impidiendo un país para todos y decidiendo presupuestos, solo para defender sus intereses.
Ya no se vale que digan que estamos desarticulados; hay una ciudadanía organizada haciendo más de lo que puede, dado el continuum de crisis que vivimos. Unos interponen amparos en contra de la impunidad, otros generan y difunden noticias de manera rigurosa, algunos más detienen malintencionadas iniciativas legales y procesos oscuros de elección de Cortes, muchos salen a las calles a manifestar su indignación, otros hacen comunicados y denuncias nacionales e internacionales, algunos se forman y aprenden a organizarse mejor, hacen cabildeo, defienden la libre expresión y generan los necesarios debates sociales, entre mucho más. El músculo ciudadano se ha ejercitado desde el 2015 y antes. Pero hoy, más que nunca, se expresa ante quienes tienen el poder. Hessel dijo que el poder del dinero “nunca había sido tan grande, insolente, egoísta con todos, desde sus propios siervos hasta las más altas esferas del Estado”. Le sobra razón.
Las nuevas generaciones están pasando la experiencia por sus cuerpos y sus vidas, y está bien. Porque las tiranías no nacen solo porque haya tiranos, sino porque hay muchos indiferentes ante lo que pasa, y porque quienes tienen poder le tienen miedo a lo nuevo y no quieren ceder ni un milímetro de ese poder. Indignarse, manifestarse y participar son los enormes poderes de la ciudadanía, algo que los vasallos jamás entenderán.