META HUMANOS

¿Cómo conectar con los centenials?

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Los tiempos han cambiado. ¡Qué alivio! Todas las generaciones experimentan situaciones y retos diferentes, según las condiciones de su época y el paso de los años. La mayoría tenemos anécdotas para compartir, en especial cuando los recuerdos están cargados de emoción y nostalgia de la juventud, de esa época en la que fuimos patojos.

' Debes acercarte gradualmente y con paciencia. Es un trabajo de todos los días.

César Fetzer

Los patojos, ahora conocidos como “los centenials”, son todos aquellos entre los 13 y los 24 años. Una comunidad a veces criticada, principalmente por haber nacido en una era abrumadoramente digital y tecnológica, lo cual vulnera su crecimiento en una realidad distorsionada.

Los chicos y chicas de hoy se dinamizan de forma diferente a como se hacía en otros tiempos. Tiene lógica, la sociedad es cambiante. Por ejemplo, si antes teníamos que ir a una biblioteca, ahora en segundos podemos acceder a todo el conocimiento de la humanidad desde un dispositivo. Si antes nos gustaba alguien en la escuela, forzosamente teníamos que hacer contacto visual; ahora se puede acceder a su información a través de las redes sociales.

Si bien la tecnología ha facilitado todo, también tiene sus retos. Conviene que no nos peleemos con esta realidad, ni mucho menos con los jóvenes que están experimentado vivir así su presente.

En los últimos años, he trabajado como educador de jóvenes. He aprendido que la mejor forma de crear un puente entre ellos es a través de la empatía. Estos seres se abren con aquellas personas que hacen el tiempo para platicar, jugar, comer, bromear y divertirse con ellos. Los jóvenes comparten sus sentimientos e inquietudes en espacios donde no se sienten juzgados, criticados, etiquetados, sermoneados y, así, un largo etcétera. Son sumamente astutos y estratégicos para hacer sus cosas, pero ¡así tiene que ser!, es parte de su proceso de maduración, el cual deben pasar.

De ellos he aprendido que debes acercarte gradualmente y con paciencia. Es un trabajo de todos los días. Si el objetivo es orientar a un hijo adolescente, primero llévalo a hacer una actividad que a él le encante; llena ese tanque de amor a través de tus palabras, tiempo y presencia. Si la intención es establecer límites y enseñar disciplina, hazlo con el ejemplo, cuida su integridad. Enséñales a autorregularse y tener autonomía de sus acciones.

Cuando te hablen de sexualidad o de drogas, no te escandalices, escúchalos, ¡solo escúchalos! Los adultos debemos aprender a guardar un momento de sano silencio. He aprendido que, en su necesidad de pertenencia, los centenials quieren a alguien que los acompañe en ese momento que no pueden ni con ellos mismos. Ya habrá otro momento para orientarlos e informarlos.

Si en verdad quieres hacer un cambio y conectarte con ellos, estas son algunas de las herramientas que me han servido para ganarme su confianza y ayudarlos a transitar mejor esta etapa: cuando los veas en los pasillos, sonríeles; si es posible, ten contacto físico, como verlos a los ojos. Pregúntales: ¿Cómo te sientes hoy? Aprende a ser observador y compartir lo que notas; retroalimenta lo que sí hacen bien, con ejemplos claros, y fortalece su autoestima con palabras y acciones.

El trabajo de la sociedad adulta, y me refiero a “todos”, es guiar a los jóvenes. Trabajar en edificarlos y fortalecerlos en lo que aprendimos que sí funciona. Uno de los mayores atentados que podemos hacer hacia los jóvenes es la indiferencia.

Involucrémonos profundamente en su formación. Debemos hacer las cosas diferente. El componente principal del cambio es la filosofía. Cuando nos enfoquemos en trabajar por y para ellos, entonces veremos una mejor Guatemala.

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