NOTA BENE
¿Cómo doy valor a mi voto?
El próximo domingo 25 de junio debemos emitir un voto razonado. Nos llenan de culpabilidad frases como “el futuro del país depende de ti”, “Guatemala se hunde”, y otras similares.
' El sistema nos invita a ser estratégicos.
Carroll Ríos de Rodríguez
Cuatro hechos pueden aliviar nuestra ansiedad. Primero, aunque nos cueste admitirlo, nuestro voto no determinará la elección, salvo el improbable escenario en que seamos el último votante, pronto a resolver un empate entre los dos finalistas. Por definición, la elección general enmarca una decisión colectiva, y nosotros somos solo uno de los 9.356,796 ciudadanos empadronados. Es previsible que nuestro voto se sume a aproximadamente 5.8 millones de votos, si se replica la tendencia observada en el 2019, cuando 32% de los empadronados se abstuvieron de votar.
Segundo, el futuro de un país no depende exclusivamente del acontecer político, excepto cuando los gobiernos amasan poderes excesivos. Las elecciones generales magnifican el impacto que tiene la política en la vida cotidiana. Entre campaña y campaña, muchas de nuestras vidas se desenvuelven con escaso contacto con las autoridades locales y nacionales. El verdadero motor del país somos los ciudadanos particulares quienes trabajamos por el bienestar de nuestras familias, al margen de, o a pesar de, las ocurrencias de la clase gobernante.
Tercero, lo que hacen o dejan de hacer nuestros representantes no es responsabilidad nuestra. Al votar, compramos promesas de campaña, muchas de las cuales jamás se materializan, ya sea porque nos vendieron mentiras o porque las personas electas no logran ejecutar sus grandiosos planes. Tanto electores como elegidos sabemos que los candidatos adquieren compromisos en campaña, y que una vez asumen funciones el sistema burocrático rígido no responde y el dinero en las arcas está atado a partidas presupuestarias.
Finalmente, el sistema nos invita a ser estratégicos en lugar de votar por el candidato que más fielmente representa nuestros ideales. Si nuestro binomio favorito tiene bajas probabilidades de llegar a la segunda vuelta, optamos por otro partido que tiene más posibilidad de triunfar. Aunque es racional hacer este cálculo, se siente como una especie de traición a nosotros mismos.
El votante estratégico necesita examinar las encuestas para evaluar las tendencias mayoritarias. Las encuestas manipuladas generan datos contradictorios y agregan incertidumbre a nuestro proceso de decisión.
Luego de la reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, a los votantes hastiados con la política se les sugiere votar nulo. Es incierto cómo se manejaría una elección anulada, pero sí sabemos que si acuden a votar 5.8 millones de guatemaltecos, más de 2.9 millones tendrían que anular deliberadamente su papeleta (no dejarla en blanco), para obligar al Tribunal Supremo Electoral (TSE) a repetir la elección a la mayor brevedad. El tiempo es corto, pues el 14 de enero del 2024 debe quedar juramentada la nueva administración. No queda claro que en la repetición sí puedan competir aquellos candidatos que por diversos motivos fueron impedidos de hacerlo ahora. Tampoco parece que los partidos deban o puedan nominar otros candidatos. Sería francamente despilfarrador repetir un calco exacto del actual proceso.
Así las cosas, el votante estratégico tiene que procurar que uno de los dos equipos que se jueguen la presidencia en segunda vuelta sea medianamente afín a su preferencia. Pese a que el populismo y la superficialidad tiñe todas las campañas presidenciales, es menester evitar favorecer a aquellos candidatos con propensión autoritaria, que nos restringirían nuestras libertades una vez instalados en el poder.