A lo largo de décadas he escrito que el cambio climático ha venido para quedarse, y cada vez estamos sintiendo los huracanes con más potencia. Somos una región altamente vulnerable, pues estamos situados sobre tres placas tectónicas: la de Cocos, la del Atlántico y la del Caribe.

Según el Informe Mundial de Riesgos 2018, somos el séptimo país con mayor riesgo a sufrir desastres naturales porque tenemos extrema pobreza, carecemos de infraestructura habitacional adecuada, ordenamiento territorial y buen manejo de la basura. Le siguen la falta de plantas de tratamiento, densidad poblacional, inadecuada aplicación de las leyes y, en especial, la deforestación, que propicia los deslaves y deslizamientos. Las malas prácticas contribuyen. En Río Dulce han rellenado el afluente con arena para ampliar terrenos. Así han azolvado la tierra y destruido manglares que sirven de muro de contención para los embates climáticos.

Con la pandemia en el 2020, los gobiernos siguen sin escuchar la voz de los ambientalistas. Era una bomba de tiempo y nos llegó. Fidel Girón, de FBT, manifiesta que las soluciones pueden venir si velamos que los bonos de carbono se hagan realidad.

Las cooperativas también son claves para el desarrollo rural sostenible, y Leonardo Delgado, gerente general de Fedecovera menciona que el plan de prevención de desastres debe acompañarse de educación ambiental. Con los embates en Alta Verapaz, el nivel de azolvamiento de los ríos provocó grandes desbordamientos e inundaciones al transportar todo tipo de materiales.

Ahora necesitan un plan de dragado de los ríos donde esté un mayor depósito de desechos, para que vuelvan a tener la profundidad de hace 10 o 15 años y permitan una adecuada circulación de las aguas de lluvia y un plan de recuperación de la fertilidad de los suelos. A pesar de su plan de respuesta rápida, hubo pérdidas económicas en miles de manzanas de café, cardamomo, maíz, frijol y bosques, y más de 17 mil personas afectadas de forma directa. Pero demostraron la resiliencia cooperativa.

Marta Ayala de Calmecac habló de los embates en Quiché y en las Verapaces, y trabajan con las municipalidades creando viveros, recolección de semillas y reforestación en las cuencas altas. Edmundo Vásquez, de Ideads, menciona que el Plan de Acción Nacional de Cambio Climático (PANCC), que incluye a todas las entidades del Ejecutivo, lo siguen ignorando. Mientras Eddy Martínez, de FBT, hace alusión al sabio comentario del niño Selvin Adrián en redes sociales, que a sus escasos años señaló que la inundación de su aldea Campur se originó principalmente por la acumulación de basura en los siguanes. Estos niños pueden cambiar la historia.

Juan Mario Dary, de Fundary y SCG, dio a conocer cómo las represas de las hidroeléctricas ayudaron a que el daño no fuera mucho mayor, pues mitigaron los impactos, y sugiere que se construyan miles de represas multimodales para aprovechar el agua y disminuir impactos. Debemos reforestar con bambú los cauces de los ríos y hacer un proyecto paralelo con programas de vivienda económica.

El Estado dice estar convencido de que es prioridad actuar frente al cambio climático, ¿pero dónde, dentro del presupuesto nacional, encontramos rubros para ello? El Gobierno debiera destinar un aproximado de Q5 mil millones a prevenir desastres, en vez de intentar atenderlos cuando ya es tarde.

Lo que necesitamos es verdadero liderazgo para que todos los ministerios trabajen bajo la misma línea. Si solo ven su propio pellejo no llegaremos jamás a Pénjamo. Las cabezas del país son las que lo definen. Esperamos cambios y resultados.