META HUMANOS

Con lentes de resiliencia

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Desde nuestra gestación en el vientre materno hasta nuestro último suspiro de vida, cada etapa de nuestra existencia trae consigo sueños y temores; oportunidades y retos; regalos y pérdidas; luces y sombras.

' Unos lentes rotos o empañados nos traerán una visión borrosa, poco clara o incluso distorsionada.

Claudia Hernández

A cada paso de nuestro transitar por la vida nos encontramos con un sinfín de situaciones sobre las que tenemos control, y un sinfín, —posiblemente mayor— sobre las que no tenemos control alguno. Hay quienes afirman que una de las claves para vivir en plenitud y alcanzar un estado de genuino bien-estar, es aprender a reconocer esta diferencia.

Una vez conscientes de esta diferencia, hay una segunda clave —quizás de mayor importancia—, para lograr ese anhelado bienestar, y es tomar consciencia de la “posición existencial” desde donde leemos la vida y respondemos a lo que nos sucede.

En psicología definimos la posición existencial como “el conjunto de conceptos y sentimientos que mantenemos sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre el mundo”. Es como un par de lentes que elegimos ponernos todos los días, para leernos a nosotros mismos y a la realidad que nos rodea. Así que el estado y el estilo de estos “lentes” definirá en gran medida la calidad con la que percibimos nuestro entorno y, por ende, la calidad y la proporción de nuestras respuestas.

Unos lentes rotos o empañados nos traerán una visión borrosa, poco clara o incluso distorsionada de la realidad. Una graduación inadecuada minimizará o maximizará lo que vemos. Mientras que unos lentes cómodos, libres de opacidad y con la graduación idónea nos permitirán ver la realidad con claridad y seguridad.

Si bien hay diversas posiciones existenciales desde las cuales podemos leer la vida, hay una postura existencial, especialmente peligrosa y destructiva, en la que inconscientemente podemos caer como personas y como ciudadanos, y es la postura victimista.

Cuando leemos la realidad desde los ojos de la víctima —aun y cuando hayamos sido víctimas de sucesos traumáticos—, corremos el riesgo de quedarnos en un estado de indefensión, en donde culpo a otros por sistema, asumo una actitud derrotista y pasiva, y el sufrimiento se vuelve una forma de vida.

Por el contrario, aprender a leer la vida desde una postura existencial resiliente nos abre a la posibilidad de adaptarnos a los retos, la adversidad y los traumas, conscientes de nuestro campo de acción, con una actitud de desapego sobre lo que no tenemos control y con una actitud proactiva sobre aquello en lo que sí podemos incidir.

La resiliencia, como postura existencial, se cultiva durante toda la vida, potenciando pilares como la introspección, la gratitud, la independencia, la proactividad y la inteligencia emocional para relacionarse con los otros.

Cuando usamos estos lentes para traer a nuestra consciencia de qué manera sentimos, interpretamos, procesamos y accionamos sobre las situaciones que nos rodean, empezaremos a notar que, si bien la vida no siempre nos da lo que queremos, sí nos da lo que necesitamos para integrar lo que está desintegrado, sanar lo que está herido y reconstruir las piezas de lo que está roto.

La resiliencia nos permite alejarnos de la trampa de caer en las comparaciones y las falsas expectativas, que no hacen sino victimizarnos, empañarnos la vista, confundirnos la mente y mezclarnos las emociones, dejándonos en una niebla espesa que nos impide reconocer la riqueza que hay en cada experiencia.

Al cambiar nuestra manera de leer la realidad, como personas y como ciudadanos, viviremos con mayor compromiso con lo que podemos transformar y con mayor gratitud por todo lo aprendido.

ESCRITO POR:

Claudia Hernández

Psicóloga clínica, especializada en conocimiento, aprendizaje y gestión del conocimiento. Actualmente es directora del Campus de la Universidad Rafael Landívar en Quetzaltenango.