Punto de encuentro
Con Marco Antonio en el corazón
Cuarenta y tres años son una eternidad para una madre a quien le arrebataron a su niño sin poder impedirlo.
La última vez que doña Emma Theissen vio a su hijo Marco Antonio fue el 6 de octubre de 1981. Ese día, hombres armados entraron violentamente a su casa, engrilletaron al niño de apenas 14 años, le colocaron un costal en la cabeza, lo tiraron en la parte trasera de un picop y se lo llevaron.
Son cuatro mujeres ejemplares que merecen que acompañemos su causa, que también es la nuestra.
A pesar de haberlo buscado incansablemente junto a su esposo, Carlos Augusto Molina, de interponer recursos de exhibición personal y mover cielo y tierra para dar con su paradero, 43 años después, su querido Marco Antonio sigue desaparecido.
Un día antes de su secuestro, su hermana Emma Guadalupe logró escapar de la base militar Manuel Lisandro Barillas en Quetzaltenango, donde estuvo detenida ilegalmente. A Emma la violaron, golpearon y torturaron durante nueve días. Como pudo, consiguió huir de la cárcel clandestina, pero sus verdugos ordenaron recapturarla y al no encontrarla en su casa, se llevaron a Marco Antonio.
Fueron años de terror y muerte. En Guatemala se cuentan por cientos las personas asesinadas, torturadas y desaparecidas. Yo misma, con 10 años, sufrí en 1981 el asesinato de mi padre, un abogado penalista y profesor universitario. Lo ocurrido no fue obra de la casualidad, sino una política sostenida en el tiempo en la que las autoridades nacionales practicaron el terrorismo de Estado al amparo de la doctrina de seguridad nacional, que se extendió por toda América Latina. Por eso, a los pueblos de nuestro continente nos une la lucha por la memoria, la verdad y la justicia frente al empeño de los sectores vinculados a la represión que quieren mantener el olvido y la impunidad.
A pesar de que el 23 de mayo del 2018 un tribunal guatemalteco condenó a 58 años de cárcel como autores intelectuales de la desaparición forzada de Marco Antonio y la tortura y violación de Emma a los exmilitares Benedicto Lucas García, entonces jefe del Estado Mayor General del Ejército, y a Manuel Callejas y Callejas, exjefe de la Dirección de Inteligencia Militar (D2); y a 33 años de prisión, por los delitos de incumplimiento de deberes de humanidad y violación agravada, a Francisco Luis Gordillo Martínez, excomandante de la Zona Militar de Quetzaltenango; en junio del 2023, en cumplimiento de una resolución de la Corte de Constitucionalidad, los tres exmilitares fueron beneficiados con arresto domiciliario sin vigilancia.
Solamente Hugo Ramiro Zaldaña Rojas, entonces oficial de inteligencia (S2) de la zona militar de Quetzaltenango y condenado a 58 años de prisión como autor material de estas atrocidades, sigue guardando prisión en el Hospital Militar.
Pero como la injusticia en un país como el nuestro no tiene límites, el MP de Consuelo Porras dio trámite a una denuncia presentada por Lucas, Gordillo y Callejas en contra de la familia Molina Theissen por los delitos de “denuncia falsa y simulación de delito”, según la cual ellas habrían secuestrado a Marco Antonio para llevarlo a Costa Rica en donde le cambiaron de identidad.
A pesar de que tanto doña Emma Theissen (de 90 años) como su yerno, Neri Espinoza Quevedo (de 74), a quien “señalan” de ser Marco Antonio, se sometieron —para desvirtuar semejante canallada— a dos pruebas de ADN —una en EE. UU. y otra realizada por la Fiscalía General de Costa Rica—, Porras Argueta insiste en una tercera prueba “hecha en Guatemala”, para continuar con la criminalización.
Cuarenta y tres años son una eternidad para una madre a quien le arrebataron a su niño sin poder impedirlo. Y demasiado tiempo para María Eugenia, Emma Guadalupe y Lucrecia, las hermanas de Marco Antonio, que llevaron a los responsables de su desaparición ante la justicia, pero siguen preguntando dónde está.
Son cuatro mujeres ejemplares que merecen que acompañemos su causa, que también es la nuestra. Gracias por su ejemplo, su valentía y dignidad.