ALEPH
Contra la desesperanza, el sentido
Esta semana cayó en mis ojos una frase de Valcav Havel que bien me sirve para iniciar esta reflexión: “La esperanza no es lo mismo que el optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo resulte”. Guatemala tiene sentido para muchos de nosotros, a pesar de ser un “algo” que, cual leproso, bota pedazos de piel cada día. Tiene sentido quizás porque hemos enterrado aquí los ombligos; quizás porque acá nacieron quienes nos trajeron al mundo y a quienes les pasamos la estafeta; quizás porque alguna vez conocimos la primavera. O simplemente tiene sentido porque Guatemala es eso a lo que llamamos país. Lo que hoy sucede en Guatemala es un suspiro en términos evolutivos y nosotros somos puntos pequeñísimos en el universo, pero queremos vivir este parpadeo de la manera más armoniosa posible. No hay nada de malo en ello, pero también sabemos que no existe esa felicidad fácil que dicen los libros; el dolor es inevitable. Lo complicado es que en Guatemala no salimos del dolor o de un evento traumático para pasar a otro, y nos enfrentamos a un continuum de miedo e incertidumbre. Guatemala no da tregua y este es uno de los momentos más inciertos y críticos que nos ha tocado vivir en las últimas décadas.
Se han abierto las ventanas de una casa de monstruos. Hemos descubierto lo más oscuro de nuestras oscuridades y también nuestras posibles luces. Estamos a las puertas de una jornada electoral más, sin opciones reales para elegir. Los distintos pactantes de la corrupción han cerrado filas alrededor de los dos representantes de la política tradicional mafiosa que hoy compiten por la presidencia, con el fin de evitar que se desplome el sistema corrupto que ha capturado al Estado. Tanto así, que la Corte de Constitucionalidad (CC) torea un antejuicio (improcedente) presentado ante la Corte Suprema de Justicia (CSJ) por diputados al Congreso de la República contra tres de los magistrados de la CC que han intervenido en momentos claves de país, defendiendo el orden constitucional. En medio de estos huracanes políticos, los lacayos que representan a este desgobierno firmaron (sin informarlo a la ciudadanía que les paga) un acuerdo de tercer país seguro con el gobierno de Estados Unidos. Acuerdo ilegal, atentatorio contra los derechos humanos de las personas migrantes y también contra los derechos humanos de la ciudadanía guatemalteca. Nos amenazaron, extorsionaron y mintieron sobre las supuestas ventajas e implicaciones de tal acuerdo, como por ejemplo las visas a trabajadores migrantes, que ya se otorgan en nuestro país hace una década. Tanto servilismo está alimentando innecesarias y renovadas xenofobias allá y aquí, pero además está definiendo la campaña electoral que ha despegado en la potencia del norte de manera violenta.
' Guatemala no da tregua y este es uno de los momentos más inciertos y críticos que nos ha tocado vivir.
Carolina Escobar Sarti
Ante este continuum de incertidumbre y miedo, se ha dado la toma de la Usac por los estudiantes que están leyendo y cuestionando su realidad. Importante. Esto me recuerda que hace poco escuché el testimonio de tres jóvenes que, llorando, compartieron que “están marcados” para morir por las maras. Ellos piensan todos los días en irse al norte. Y cuando se les pregunta si no tienen miedo de migrar en estas condiciones extremadamente peligrosas y criminalizadoras, uno de ellos responde: “¿Cómo puedo yo tener miedo de irme, si quedarme aquí significa la muerte?” ¿Por qué tantos nos quedamos aquí?, me pregunto yo. ¿Porque no tenemos dinero para irnos a otra parte, o porque este algo que llamamos país tiene sentido en una dimensión de proceso? ¿Porque a lo mejor ya nacieron quienes querrán construir un mañana distinto, un país distinto, un entorno distinto, o porque seguimos creyendo que la estupidez de nuestros gobernantes no nos representa a todos? ¿Es porque el sistema construido alrededor de la cleptonarcomafiocracia ha quedado desnudo? Hemos descendido a los círculos del infierno de Dante y sé que llegamos al último, porque allí están los traidores. No hay otro más abajo, y eso sí me hace sentido.