DE MIS NOTAS

De feriados, colas y sus vericuetos

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Al salir y al entrar junto al gozo de la desconexión rutinaria, y al inicio o al final de un descanso largo, la acompañante siempre presente se llama doña congestión, don atasco y doña frustración. Ahí van juntitas y en pareja sempiterna, afectando el ambiente; tentando la paciencia y el humor.

' Estamos en una guerra en la cual la ciudadanía está peleando su derecho a invertir en proyectos de infraestructura público-privados.

Alfred Kaltschmitt

El domingo pasado colapsó la autopista de Palín. Tuvieron que habilitar carriles reversibles. Solo el domingo circularon más de 32 mil vehículos. Según el SIVA, en la autopista de Palín transitaron 159 mil vehículos durante Semana Santa, a un precio de “rebaja por “Semana Santa” de Q15.25 por vehículo liviano. Desconozco el número de buses y transporte pesado que integran este cálculo. Esto elevaría el promedio de cobro sustancialmente.

Me pregunto… ¿qué habría sido si esta autopista no existiera? ¿Por dónde circularían todos esos vehículos, y cuál sería el costo/hora hombre, más combustible y depreciación que hubiesen tenido que pagar? Muchos no pensamos en el valor que representan las carreteras y la infraestructura, hasta que la necesitamos, como el domingo pasado, y todas las veces que queremos transitar hacia la costa o cualquier otro lugar del país.

La cuestión no es solo si queremos más carreteras. Todos los ciudadanos deseamos con fervoroso anhelo más y mejores carreteras, infraestructura, puertos y aeropuertos. Estamos deseosos de pagar por la comodidad, el ahorro y el costo de oportunidad que implica la pérdida de valioso tiempo y, en el caso de uso comercial, la enorme ventaja de transportar bienes y servicios en forma expedita a una velocidad aceptable en términos del promedio mundial. Para nuestra desgracia, Guatemala tiene el promedio más bajo: 13 kilómetros por hora. Los técnicos nos explican el alto costo que esto tiene en toda la economía, especialmente en la canasta básica. Todos esos costos se tienen que trasladar al consumidor, al ciudadano, Juan Chapín. Ni hablemos del costo que tienen los túmulos…

¿Cuál es, entonces, el problema para que Guatemala no tenga buenas carreteras y las autopistas que sean necesarias? Pocos saben que estamos en una guerra que se viene librando con mafias politiqueras que pagan sus peajes políticos al llegar al poder, recibiendo “contratos de construcción”. Es una vieja y añeja degeneración del sistema político de nuestro país, culpable de tenernos en trapos de cucaracha vial en los que nos encontramos.

Carreteras que deberían ser mantenidas en inmaculado estado están hechas pedazos, como la de occidente, en la cual una buena parte no solamente está semi destruida, sino que es la causante de innumerables accidentes, por los enormes cráteres que salen en forma súbita.

Guatemala ya no está para que esperemos que los señores diputados, el Ejecutivo o cualquiera de las mafias que están enquistadas en el Estado sigan impidiendo que las empresas nacionales e internacionales, con su propio dinero, es decir, con su propio capital, en forma independiente y a su propio costo y riesgo, nos construyan las carreteras que necesitamos para transitar y transportar nuestras mercaderías.

Hay que sacar del Congreso de la República el “poder” de autorización de las inversiones público-privadas en Guatemala. ¿A cuenta de qué un diputado tiene injerencia en la construcción de carreteras, puertos y aeropuertos?

Se acaban de recetar Q3 mil y pico de millones para la inversión en supuesta infraestructura vial. Vergonzoso, porque la mayor parte de ese dinero —todos lo sabemos— será utilizado para todo, menos construcción y mantenimiento de carreteras. Se acabó la fiesta —diría mi abuela—. Esto tiene que cambiar.

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.