CABLE A TIERRA
De “patria del criollo” a Alianza Criminal
No me gusta escribir sobre días conmemorativos. Menos uno tan infausto como el de hoy, cuando se pretende que todos conmemoremos un evento cuyos beneficiarios han sido unos pocos. Lo haré porque justo me tocó publicar el mero día, y en un momento muy sui géneris del país. Entiendo “La Independencia” como la legalización del desmembramiento político y económico de la elite criolla del Reino de España para concentrar para sí mismos las riquezas del territorio y explotar ellos a sus habitantes originarios, sin interferencias ni límites, y sin tributar. Tal fue el nivel del descaro que hasta lo consignaron en el acta de independencia: No buscaban que un pueblo entero construyera una nueva nación y ejerciera su soberanía y autodeterminación, para buscar su bienestar; sino simplemente, cambiar la estafeta del poder de manos de un explotador a otro, igual o peor que el anterior. Si bien, todos los procesos independentistas del siglo XIX forjaron élites locales, y estas inevitablemente acumulan poder y riqueza, en la diferencia en los niveles generales de bienestar entre uno y otro país, uno de los factores críticos termina siendo cuán acaparadora y depredadora resultó siendo esa élite, y cuán incapaz e insensible ha sido frente a las necesidades de los demás estamentos de la sociedad. Acá no han logrado superar la mentalidad colonial depredadora, extractivista y entreguista. Aunque lo nieguen, sigue siendo la tierra, la violencia y la explotación moderna de las masas depauperadas la base del poder y la riqueza; de esta fuente originaria y del control del Estado, se construyen y se diversifican sus riquezas, incluyendo ahora las rebosantes remesas generadas, irónicamente, por los que han sido expulsados por el propio sistema económico depredador.
' Hoy celebra el OligonarcocleptoEstado
Karin Slowing
Esa patria del criollo, tan bien descrita y examinada por don Severo Martínez Peláez, y que ni siquiera la Revolución Liberal cafetalera de Justo Rufino Barrios logró desenraizar, está cual virus, en pleno proceso de mutación nuevamente, para adaptarse a los cambios de entorno y a la dominancia creciente de otros núcleos de poder. En lugar de construir una sociedad moderna, con una democracia liberal y amplias capas medias que amortigüen la desigualdad inherente del sistema, esta élite local optó por coexistir con la narcocleptocracia. Todo lo que vemos y experimentamos como sociedad en la actualidad se explica a raíz de ese proceso y de la necesidad de generarse un manto de impunidad.
Así que, la conmemoración del bicentenario de la dominancia criolla será un nostálgico recordatorio de su época de total hegemonía. Esa que, aunque siempre en contubernio con otros poderes, internos y externos, le permitió abortar el intento de modernidad en 1954, la democratización en 1985 y luego los Acuerdos de Paz, a partir de 1996 y totalmente enterrados allá por el 2014. Hoy, en esta nueva etapa de abierto poder compartido con la economía ilícita, todavía está por verse quién fagocita a quien, o cómo mutan todos en un contexto, además cambiante en lo geopolítico y económico a nivel global.
Así, vemos a Rusia y a China en su avanzada en Nicaragua y El Salvador, de la mano de una nueva generación de políticos autócratas. En Honduras y Guatemala, donde las narcocleptocracias están más visibles en su control del Estado, aún está por verse si Estados Unidos cederá su control histórico, con tal de obtener cierta estabilidad temporal con el tema migratorio, o si dará un giro a su estrategia para no perder total control sobre su otrora patio trasero. Pienso que todo está todavía por escribirse en esa historia, inclusive para quienes se sienten conmemorativos hoy, en medio del necrofílico estado que han gestado.