DE MIS NOTAS

De redes, hiperconectividad y divisiones

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Nunca en la historia de nuestro país la sociedad había estado tan polarizada y fragmentada. El flujo incesante de discursos y diatribas que emanan del amplio espacio mediático, particularmente del ámbito digital, continúa vertiendo sus turbaciones a través de una red cada vez más vasta y omnipresente. Las plataformas de comunicación digital, tales como grupos de WhatsApp, Telegram o Signal, se han convertido en tambores de resonancia organizados por afinidades ideológicas, por tendencias o una diversidad de preferencias, captando nuestra atención las 24 horas del día, los siete días de la semana.

' Nos han cambiado las redes. Ahora hay una gran mayoría que tiene voz.

Alfred Kaltschmitt

Nos han cambiado las redes. Ahora hay una gran mayoría que tiene voz. Una cacofonía diversa y heterogénea, de múltiples mensajes, muchos reenviados, porque “entérate de esto o aquello…”, y que con alta frecuencia contestamos. Y así el input digital se alimenta y se agranda, convirtiéndolo en un ente amorfo, visceral y confrontativo hasta el clímax de hacer “tendencia”.

“Mis grupos” son afines. Nos afirmamos los unos a los otros con una relación casi tribal. Los demás son “opositores”, nos oponemos los unos a los otros. En las redes, algunos lo hacen con seudónimos donde pueden verter su venenillo; o de frente, con una mezcla de respuestas aterrizadas y serenas, o bien poniendo la otra cara iracunda de la moneda. El espacio para entrar a la contienda frontal es pan de todos los días. Es un ring donde abunda desde la vulgaridad más obscena, la ignorancia más extrema, hasta el dardo incoherente con señal de extravío mental.

Y es este espacio multipolar y a menudo disonante del ciberespacio, desde las plataformas de mensajería instantánea hasta los blogs y canales de contenido, donde se refleja la realidad cotidiana de una Guatemala fracturada, un microcosmos del mundo en el que vivimos. Cada uno de estos mundillos digitales exhibe la polarización y las divisiones que marcan nuestro tiempo, una narrativa que se despliega día con día en la vasta red de nuestra interacción virtual.

El hecho es que, en esta realidad de altísima recepción de mensajes y noticias, el contenido informativo es tan vasto y diverso que el público receptor, a menos que tenga un criterio crítico y educado, se pierde. Se traga cualquier tipo de anzuelo de noticias y extravagantes mensajes, asimilando y propagando estos mensajes como verdades indiscutibles. El resultado es confusión y caos, en el que la información fiable se diluye en el torrente de la desinformación.

Diversos autores han escrito sobre esto, pero es Rogers Brubaker (2022) quien al hacer investigación para este artículo me parece particularmente pertinente con su obra su obra Hyperconnectivity and Its Discontents, una interpretación detallada sobre cómo “la hiperconectividad digital —esa condición en la que todo y todos están conectados entre sí en todo momento y lugar—.

Brubaker explora cómo esta hiperconectividad ha “colonizado el yo”, “reorganizando nuestra atención y reformando nuestra manera de pensar, ver y sentir. Argumenta que ha reconfigurado las interacciones sociales, las ha extendido a través del espacio y el tiempo. Asimismo, ha transformado toda la cultura humana en un flujo constante de contenido digital, más pertinente en el contexto de los efectos de la tecnología en la sociedad y la sobrecarga informativa”.

Hago un repaso por mis redes y compruebo que el tema dominante hoy se centra entre varias narrativas: “el golpe de Estado”, Trep, el software utilizado para el proceso electoral, y los antejuicios enmarañados en el Congreso, entre otra avalancha de menjurjes, chismes y rumores.

Juega y va de nuevo…

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.