SIN FRONTERAS
Desconsuelo
Desde lejos de casa, mientras estoy de visita por las comunidades de guatemaltecos que viven y trabajan en el hermoso Tennessee, recibo la noticia desde mi triste Guatemala. Mi eternamente triste Guatemala. La destitución del fiscal Juan Francisco Sandoval es tanto más que la sola sustitución del titular de la Fiscalía Especial Contra la Corrupción. Para un paraíso de la corrupción como lo es Guatemala, esta acción es un evidente puñal estratégico contra el último bastión reconocible de aquel esfuerzo que nos unió un día en la esperanza de que, por una vez, la justicia independiente perseguiría y atraparía a quienes corrompen nuestra patria, en absoluta impunidad.
La lucha contra la corrupción y la impunidad fue, para muchos, una especie de primera esperanza. Ajenos al pueblo, otros se encargaron de que terminara siendo también la última esperanza. Una creencia, que no se repitió, de que el país podría tener un futuro para nosotros, los comunes. Para los hijos de quienes nos toca progresar por medio del trabajo honrado. De quienes aspiramos a una vida libre. Ajena a las amenazas de los intereses oscuros que, progresivamente, se incrustaron en nuestras industrias, se apoderaron de quienes nos gobiernan y que se apoderan de nuestros círculos personales y barrios. Eso era el licenciado Sandoval para muchos, el último vestigio de lo que fue una última oportunidad de creer que vivir en una Guatemala libre, sujeta a un cuadro de reglas claras, sería viable.
' Quienes expulsaron al fiscal Sandoval no están jugando, señor González.
Pedro Pablo Solares
Desde donde los guatemaltecos han escogido para emigrar, lo que sucede en aquel triste país se mira desde una perspectiva distinta. Solo aquí en Tennessee viven 51 mil, según el Ministerio de Relaciones Exteriores (pero se cree que hay un 50% más, en realidad). Ellos ya viven ajenos a los despreciables problemas de país subdesarrollado, como los de aquel que una vez dejaron. Escogieron vivir en lugares donde se sabe de antemano cuáles son las reglas, porque están en la ley, y se obedecen. El que trabaja prospera. El que se esmera tendrá su recompensa. A los hijos se les educa en principios honestos. Me pregunto yo, en un país turbio como el que se construye en Guatemala ¿cómo habrá de educarse a las próximas generaciones para que prosperen? ¿En qué conviene adiestrarlas? ¿Habrá que enseñarles a manejar pistolas? ¿Metralletas? Sin un sistema de justicia al cual acudir ¿toca la ley de la jungla?
Las reacciones de países cercanos francamente se ven resignadas. El amable embajador sueco acompaña en valentía al fiscal Sandoval a la frontera para resguardar su integridad. ¡Qué vergüenza se siente! El fiscal ahora empieza a tocar las puertas del exilio. Las mismas que tocaron quienes se atrevieron a luchar por la verdad un día y que fueron expulsados de su propia patria que ahora los persigue. El señor Juan González, asistente especial del presidente Biden, envía por Twitter un mensaje: “No sé a qué está jugando @MPGuatemala Fiscal Porras, pero con cada día es más obvio que no es el estado de derecho. El pueblo de Guatemala merece mejor”.
Lamentablemente, lo que se ve es que quienes expulsaron al fiscal Sandoval no están jugando, señor González. Van en serio, persiguiendo sus objetivos, mejor cimentados, diseñados y financiados que los de aquellos que desde gobiernos aliados dicen tener un compromiso por construir una buena gobernanza en Guatemala. A pasos agigantados nos quedamos sin país y en búsqueda de un lugar para vivir, ajeno a las leyes de la jungla. Desde aquí, desde Tennessee, en la paz que aquí se respira, ajena a los despreciables problemas de país subdesarrollado, se mira que el futuro es así. Afuera de nuestra triste Guatemala.
Por lo menos es la apuesta que han seguido más de tres millones de paisanos. Y con lo que sucede en Guatemala parece que tuvieron razón. Allá no hay consuelo.