META HUMANOS

Desde otra perspectiva

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En 1993 llegué a San Miguel Totonicapán buscando lugar para hacer las investigaciones de campo para mi tesis doctoral en antropología. Regresé varias veces más y, a partir del 2006, he hecho visitas más cortas, dos veces al año.

' En Totonicapán, con la idea de servicio mutuo, construyen sistemas para proveer agua donde no hay.

Matthew Krystal

Por buena suerte, en este mes de noviembre estuve en Totonicapán. Durante dos semanas tuve varias conversaciones informales y más de 15 entrevistas de estructura libre sobre la situación política y las manifestaciones populares. Hablé con hombres y mujeres, jóvenes y ancianos; artesanos, trabajadores, y profesionales; y de gente de fe evangélica, católica, y de espiritualidad maya. La gran mayoría de mis conversaciones y entrevistas estaban con gente que se identifica como indígena, pero también con algunos de identidad mestiza.

“La política es buena, a veces los políticos no”. De estas conversaciones y entrevistas aparecen dos metas: proteger la democracia y que se termine la corrupción. Oigo en todos los discursos un amor profundo al país de Guatemala. Creen que dentro las estructuras de la Constitución hay posibilidades de una sociedad mucho mejor. Solo de vez en cuando se menciona al señor Bernardo Arévalo o a la agrupación política de Semilla.

Describen a la manifestación como la herramienta de última opción. Solo después de formular y presentar sus peticiones por las vías legales y no recibir respuestas a las peticiones populares, se organizan protestas. Las manifestaciones son producto de la historia. En el caso de Totonicapán, en los últimos 30 años he observado cambios en la gobernanza indígena desde los efectos del conflicto armado interno, manejar asuntos locales, tener una voz principal en la política del municipio, hasta influir en asuntos nacionales.

Las manifestaciones reflejan elementos culturales indígenas. La forma de organización, las ideas de democracia conforman la idea de mutualidad. Hace unos años, un Ajq’ij Kaqchikel me explicó normas importantes del conducto social, ejemplos del uso de la palabra wachalal (‘hermano’). Dentro de la familia, la comunidad, entre la gente y el medioambiente, lo que hacemos bien nos devuelve lo bueno, lo que hacemos mal nos devuelve lo malo.

En Totonicapán, con la idea de servicio mutuo, construyen sistemas para proveer agua donde no hay, resuelven conflictos donde no hay presencia de la ley del Estado, manejan sus bosques, fundan cooperativas, y coordinan muchos otros asuntos más cotidianos. Hay una capacidad de organización profunda, con enfoque en las necesidades individuales y las de la comunidad a la vez.

“La máxima autoridad… es la asamblea”. La democracia experimentada en los cantones es más participativa, más significativa que simplemente votar en elecciones. Las reuniones pueden durar horas. Todos tienen derecho de hablar y muchos participan. Sus decisiones llevan la legitimidad que viene de un proceso intensivo de escuchar, debatir, pensar. La autoridad de la “vara” es actuar de acuerdo con la voluntad de la comunidad.

“No se pelean, se aman”. Un Aq’ij K’iche’ me decía que a la vez la espiritualidad maya es similar y diferente al cristianismo. Él tenía fe profunda en las dos tradiciones. En las entrevistas, he detectado también la idea que informar a través de conceptos mayas, es más funcional, con más sentido. Es una patria en que las diferencias, por su mutualidad, crean una sociedad más unida y más durable. Tal vez, es tiempo que incorporemos más conceptos políticos indígenas de este hemisferio en nuestros sistemas. No solo Guatemala se vería beneficiada, mi propio país Estados Unidos también se beneficiaría por una autoridad basada menos en amenaza de fuerza y dominación, propiciando más en obligación mutua entre ciudadanos, y entre ellos y sus gobernantes.

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