PUNTO DE ENCUENTRO

El “apartheid” de las vacunas

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Como ha ocurrido a lo largo de los últimos 22 meses, el gobierno guatemalteco no da pie con bola y continúa con un pésimo manejo de la emergencia sanitaria. Tres ministros han ocupado la cartera de salud y, sin embargo, sigue la improvisación, la opacidad en el manejo de los datos y los dineros, una lentísima ejecución de los recursos y un grave déficit de vacunas aplicadas y de capacidad de testeo.

' El gobierno sigue abonando a la desinformación de manera irresponsable y casi suicida ante la inminente cuarta ola de contagios.

Marielos Monzón

En lugar de realizar —a tiempo— una masiva y creativa campaña de vacunación con pertinencia cultural y establecer alianzas estratégicas con líderes locales y comunitarios para promover que las personas confíen en que la vacuna es segura, previene fallecimientos y cuadros graves de la enfermedad, nuestro iracundo presidente —cuando no está desaparecido— se dedica a regañar y a echarle la culpa a la gente por “no vacunarse”.

Obvia el mandatario el caos que el mismo provocó con la escasez de vacunas, a pesar de haber hecho una compra millonaria y por adelantado, o con sus declaraciones irresponsables como la de recetar ivermectina como sustituto de la vacuna e invitar a visitar las playas en pleno pico de contagios.

La comunicación hacia la población, factor estratégico en el manejo de cualquier crisis, sigue estando ausente. Al contrario de lo que dictan los protocolos para la atención de emergencias, sobre todo aquellas que tienen implicaciones directas para la salud y la vida de la gente, las autoridades guatemaltecas brindan información confusa, contradictoria y tardía.

Un día definen y comunican una cosa y, en menos de lo que canta un gallo, cambian la decisión y se desdicen. La semana pasada, por ejemplo, anunciaron los refuerzos de tercera dosis a partir de los 6 meses de aplicada la segunda y, súbitamente, salieron a decir que mejor a los 3. Sin contar con que, además, incluyeron a la Sputnik V como dosis de refuerzo, cuando en la primera información que divulgaron no la habían tomado en cuenta.

Semejante improvisación lo que provoca es mayor desconfianza en la población, que percibe motivos “ocultos” detrás de las decisiones gubernamentales. Entonces las redes sociales y los programas de opinión se llenan de especulaciones que, acostumbrados como estamos al “piensa mal y acertarás”, se toman como ciertas. ¿Se adelantó el tiempo de la tercera dosis y se incluyó el componente 1 de Sputnik como refuerzo porque hay vacunas que están por vencer?, ¿son seguras las combinaciones que autorizó el gobierno o quieren meter la vacuna rusa porque les urge seguir con el “negocio”? son las interrogantes que flotan en el ambiente.

Por más que los medios serios publiquen información confirmada y que especialistas aclaren en sus redes o en entrevistas que la mejor vacuna es la que está disponible y que urge que la mayoría de la población cuente con 2 dosis, el gobierno sigue abonando a la desinformación de manera irresponsable y casi suicida ante la inminente cuarta ola de contagios por la variante ómicron, que puede causar estragos en la población no vacunada y saturar nuevamente nuestro precario sistema de salud.

La semana pasada la OMS reiteró que el fin de la pandemia está lejos de ocurrir si persiste la desigualdad global en el acceso a las vacunas: “Distribuir vacunas y más vacunas de refuerzo en un pequeño número de países no acabará con la pandemia, mientras otros miles de millones de personas sigan desprotegidas y haya naciones que no tienen suministros suficientes ni siquiera para vacunar a sus trabajadores sanitarios y grupos en riesgo”.

Este apartheid de las vacunas se refleja también en Guatemala. El 80% de las dosis aplicadas en el país se concentra en la ciudad y en centros urbanos. Siguen sin entender que de esta pandemia salimos con más igualdad, incluyéndonos a todas y todos, o no salimos.

ESCRITO POR:

Marielos Monzón

Periodista y comunicadora social. Conductora de radio y televisión. Coordinadora general de los Ciclos de Actualización para Periodistas (CAP). Fundadora de la Red Centroamericana de Periodistas e integrante del colectivo No Nos Callarán.