CIVITAS
El buen líder político
¿Qué hace a un buen líder político? ¿Será su capacidad de mover a las masas, de implementar políticas exitosas, su carisma o su honestidad? Dado que cada vez nos acercamos más al próximo proceso electoral y se van perfilando diferentes figuras como posibles candidatos, es necesario hacernos estas preguntas, pues en menos de un año estaremos escogiendo a los siguientes líderes políticos de Guatemala.
' ¿Tenemos este tipo de líderes en Guatemala? Lamentablemente, pareciera que carecemos de estos liderazgos en la política.
Christa Walters
La idea de un buen liderazgo político ha ido evolucionando. En la Antigüedad, Platón planteaba la necesidad de un rey filósofo lo suficientemente sabio y libre de vicios, capaz de lograr el bien común para generar un buen gobierno de las cosas. En la época del Renacimiento, Maquiavelo escribía El Príncipe, recetando características de astucia (e inmorales o amorales para algunos) con el fin de conservar el poder y liderar una república o principado. En el siglo XVII, Thomas Hobbes abogaba por un Leviatán o una autoridad absoluta para garantizar el orden. Más contemporáneo, Ortega y Gasset hablaba del liderazgo como guiar con el ejemplo. Y así, la lista de pensadores políticos es amplia, y tienen diferentes concepciones de qué características hacen a un buen líder. No obstante, en nuestros tiempos, ¿qué esperamos de nuestros líderes? ¿Qué los hace buenos o malos?
Para responder a esas interrogantes, primero habrá que aclarar a qué nos referimos con “bueno”. Un líder político no es bueno porque es un gran orador y capaz de motivar a muchas personas. Tampoco es bueno por el simple hecho de ser simpático o carismático. “Bueno”, en este contexto, significa que es capaz de cumplir con su cometido. En ese sentido, un buen líder político es aquel cumple con sus funciones y está al servicio de la población (llega al poder público para servir, no servirse de este). Por lo tanto, un verdadero líder político es aquel que actúa con congruencia, es fiel a una serie de valores y principios que orientan su actuación hacia el bienestar de la nación y no simplemente al de su interés personal, tiene vocación de servicio, respeta los límites de su función, no trata de sobrepasarlos para acumular poder o dinero y finalmente, es capaz de construir y no destruir.
Estos liderazgos no son unicornios que solo existen en un idealismo. Hay líderes a lo largo de la historia y que sirven de modelo e inspiración para otros. Tomemos de ejemplo a la Reina Isabel II, cuyo fallecimiento reciente suscitó diferentes reacciones que en su mayoría remembran lo que significó su figura para el Reino Unido. Muchos hablan de su servicio, ética de trabajo, las virtudes y la estabilidad que representaba como monarca. Por otro lado, a más de dos mil kilómetros, hemos visto el liderazgo del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, que por casi siete meses ha liderado a su país en una guerra contra uno de los países más poderosos del mundo. Se ha puesto como el primer defensor de Ucrania y ha logrado mantener la moral de su país.
¿Tenemos este tipo de líderes en Guatemala? Lamentablemente, pareciera que carecemos de estos liderazgos en la política. En muchos otros ámbitos sí hay personas intachables y con una trayectoria que demuestran verdadero liderazgo. Sin embargo, la mayoría no se embarca en el mundo de la política o del gobierno. Como consecuencia, quienes llegan al poder no necesariamente son “buenos líderes”, como definíamos anteriormente. Si decimos que muchos problemas en nuestro país no se resuelven porque no hay voluntad política, es necesario cambiar a quienes no están trabajando por mejorar la situación de Guatemala. Debemos encontrar una forma de generar esa voluntad política. En parte, esa es nuestra tarea ciudadana el próximo año electoral.