Pluma invitada
El ‘cerebro de papá’ es real, y es algo bueno
Pusimos a prueba esa teoría en un estudio de seguimiento en el que medimos cómo se sentían los padres respecto a sus hijos antes y después de su nacimiento.
Hace poco, un padre de tres hijos me dijo que si pudiera volver en el tiempo y darse un consejo a sí mismo, sería tener hijos antes. La paternidad lo cambió; le dio un propósito de vida, relató. Resulta que la neurociencia concuerda con él.
La paternidad cambia a los hombres igual que a las mujeres, y a cualquiera que se dedique a cuidar niños pequeños.
Mi laboratorio de investigación estudia la manera en que cambia el cerebro de los hombres cuando se vuelven padres, y estamos descubriendo que la paternidad puede transformar sus cerebros y cuerpos. Los cambios cerebrales y hormonales que observamos en los padres primerizos nos dicen que los hombres están destinados a participar en la crianza de los niños por naturaleza, ya que están dotados con la arquitectura neurobiológica para hacerlo. También muestran el instinto fundamental de crianza que a menudo se les atribuye solamente a las madres.
Y eso no es todo, la participación de los hombres en la paternidad también puede tener beneficios a largo plazo para la salud del cerebro, y para la salud de las sociedades. En una época en la que los niños y los hombres parecen estar experimentando un mayor aislamiento social y menos posibilidades laborales, el papel de padre podría proporcionales una fuente significativa de identidad. Pero la transición hacia la paternidad también puede ser un periodo de vulnerabilidad, es por eso que apoyar a los padres debería ser una prioridad para los formuladores de políticas.
En un 2022 estudio, mis colegas y yo colaboramos con investigadores de España para recabar los escaneos cerebrales de un grupo pequeño de padres primerizos antes y después de que nacieran sus bebés. Nuestros resultados reflejaron otros estudios sobre madres que han realizado algunos de los mismos investigadores. En varios estudios prominentes, hallaron que cuando las mujeres se convertían en madres, sus cerebros perdían volumen de materia gris, la capa del tejido cerebral que es rica en neuronas, en regiones de todo el cerebro, incluidas las responsables del procesamiento de estímulos sociales y emocionales.
Aunque el concepto de que el cerebro se encoja podría parecer una mala noticia, menos puede significar más: estos cambios podrían ajustar al cerebro de tal modo que funcione con más eficacia. En el cerebro adolescente también se reduce el volumen de materia gris conforme se desarrolla. Las mujeres que perdieron más volumen cerebral mostraron un mayor apego a sus hijos tras el parto, lo cual indica que esa contracción promueve los lazos afectivos entre la madre y el bebé.
Nuestros hallazgos para los padres fueron similares. Al volverse padres por primera vez, los hombres también perdieron materia gris, en algunas de las mismas regiones que cambiaron en las mujeres. Pero las reducciones de volumen en los papás fueron menos pronunciadas. Los hallazgos en las madres habían sido tan impactantes que un algoritmo de aprendizaje automático podía distinguir entre las mujeres que eran madres y las que no, tan solo a partir de los escaneos de sus cerebros. Las imágenes de los padres no fueron tan claras. Mi presentimiento es que los cambios en los cerebros de los hombres no son tan evidentes porque los niveles de compromiso con la crianza varían mucho de un papá a otro.
Pusimos a prueba esa teoría en un estudio de seguimiento en el que medimos cómo se sentían los padres respecto a sus hijos antes y después de su nacimiento. Cuando los padres nos decían que se sentían más unidos a sus hijos antes de nacer y que pretendían trabajar menos cuando nacieran, perdían más materia gris en toda la corteza, es decir, la parte del cerebro que procesa pensamientos más sofisticados. Asimismo, los padres que pasaban más tiempo cuidando a sus bebés en sus primeros tres meses de vida mostraban reducciones más grandes de materia gris. Los padres que perdían más volumen de materia gris también comentaron que disfrutaban más estar con sus hijos e informaron sentir menos estrés por la crianza.
Sin embargo, un cerebro paterno que se contrae también podría tener sus desventajas. Descubrimos que los padres que perdían más volumen de materia gris no dormían bien y padecían más síntomas de depresión y ansiedad durante el primer año de vida de sus hijos. Se requieren más estudios con muestras más grandes de hombres, pero nuestra conclusión preliminar fue que las mismas adaptaciones cerebrales que parecían coincidir con el compromiso con la paternidad también señalaban un riesgo al bienestar de los hombres.
El cuidado de los hijos puede ser agotador y aislante, así que es lógico que haga mella en los padres que se dedican de lleno a ello, así como en las madres. Nuestro laboratorio también encontró patrones similares en la testosterona de los padres, que puede disminuir durante la transición hacia la paternidad. La reducción de testosterona parece reforzar el compromiso de los padres con la crianza, aunque también podría implicar un riesgo de padecer depresión posparto.
Aun así, la mayoría de los padres nos dicen que obtienen un propósito y un sentido tremendos de la conexión con sus hijos. Comparados con las madres, es casi igual de probable que los padres contemporáneos digan que la paternidad es una parte central de su identidad, y los hombres son incluso más propensos que las mujeres a informar que sus hijos mejoran su bienestar. Además, los datos más recientes sugieren que la paternidad podría fomentar una buena salud cerebral a largo plazo; entre hombres y mujeres de edad avanzada, un algoritmo que calcula la edad cerebral estimó que el cerebro se veía más joven entre las personas que tenían hijos.
El mensaje a considerar para los hombres es que los cambios cerebrales pueden ser algo bueno, aunque los haga más vulnerables. Algunos podcasteros y comentaristas han exhortado a los hombres a reforzar su virilidad y elevar sus niveles de testosterona mediante peleas en jaulas, baños de hielo, levantamiento de pesas y terapia de luz roja, pero estos influentes no entienden lo que favorece a la salud de los hombres. Una vida bien vivida requiere de una fisiología que se adapte a las demandas cambiantes.
Mi laboratorio ha entrevistado a más de 100 hombres sobre la experiencia de convertirse en papás, y un tema recurrente es la “transformación”. Yo lo he visto de primera mano: después de que mis padres se separaron en la década de los ochenta y acordaron compartir la custodia de sus hijos, mi papá, que antes estaba bastante ausente, se convirtió en padre soltero durante ciertos periodos semanales. Si le preguntas sobre esa experiencia ahora, la recuerda con mucha alegría. Dice que le enseñamos a ser paciente y resistente. (Mis hermanos y yo éramos muy molestos).
La transformación toma tiempo y práctica, es por eso que las sociedades saludables invierten en políticas que promueven los lazos afectivos y reducen el estrés en los primeros años de crianza, como los permisos familiares y las culturas laborales que les permiten a los padres priorizar la paternidad. Para apoyar a las familias de la mejor manera, debemos reconocer que la paternidad cambia a los hombres al igual que a las mujeres y a cualquiera que se dedique a cuidar niños pequeños. En una época en que las tasas de natalidad están cayendo y la gente se siente sola, el papel de padre representa un ancla que centra a los hombres en sus relaciones con otros.
c.2024 The New York Times Company