De mis notas
El encanto burocrático de proteger al consumidor
Si se aprueba será la pesadilla de aquellos que solo quieren ganarse la vida honestamente.
La nueva iniciativa de ley 5082 “Marco para la defensa y protección del consumidor y usuario” se está vendiendo como la “gran salvadora de los pobres compradores contra los malvados comerciantes”, porque, gracias a esta ley, cada compra será inmaculadamente justa y cada producto, perfecto. Pero, ¿sueño de opio o realidad esquizofrénica? ¿Qué significa realmente esta ley para el don o la doña que tiene la tienda de la esquina y para nuestros bolsillos?
Para empezar, la ley es como un gigante que quiere aplastar a una hormiga. Pone a los comerciantes, en especial a los pequeños negocios, en la mira de cualquier cliente descontento que quiera reclamar, muchas veces por cosas que podrían escapar de las manos del vendedor. Imaginemos que ahora, por cada queja, por más pequeña que sea, el comerciante tiene que luchar en un campo minado de papeleo y posibles multas. No suena muy justo.
Parece que los creadores de la ley se olvidaron de que los comerciantes también son humanos y que no todos están nadando en dinero. La ley supone que todos los negocios pueden enfrentar demandas como si nada, como si tuvieran un ejército de abogados esperando en la trastienda. Pero la verdad es que muchos de estos comerciantes apenas logran llegar a fin de mes.
Ahora hablemos del efecto dominó en nuestra economía. Los comerciantes, para defenderse de esta avalancha de responsabilidades, tendrán que subir precios. Es de lógica básica: si te cuesta más vender, tienes que ganar más para que te salgan las cuentas. Entonces, al final, el que paga el pato es el consumidor, o sea, todos nosotros. ¿No es irónico? La ley que debía protegernos nos hace rascar más el bolsillo.
Sigo la crítica. ¿Qué pasará con la variedad de productos? Los comerciantes, por miedo a meter la pata con la ley, podrían decidir no vender cosas que sean un poco más complicadas o que puedan causar problemas. Resultado: menos opciones para elegir. Así que adiós a tener una variada oferta de productos y servicios.
Prodeco, un nombre que suena a protector de superhéroes o a nuevo gadget de cocina.
En términos de imagen externa, esta ley hace que nuestro país parezca un laberinto burocrático para los negocios extranjeros. Si ya es difícil entender las reglas, con esta ley es como intentar leer un libro al revés y en otro idioma. Eso podría hacer que menos empresas quieran invertir aquí, y eso significa menos trabajo y menos plata circulando.
Además, esta ley abre las puertas a la corrupción. Con tantas regulaciones y papeleos, no es difícil imaginar un escenario donde las mordidas se conviertan en la norma. Funcionarios astutos podrían aprovecharse de la confusión y el miedo de los comerciantes para llenarse los bolsillos. ¿Es esta la protección que queremos?
Esta ley, lejos de ser el caballero de armadura brillante como la quieren pintar, puede convertirse en una bestia que devora el comercio y la confianza en el sistema legal. Con reglas tan estridentes y castigos tan severos, estamos fomentando un clima de miedo e inseguridad que solo beneficia a los buitres que rondan esperando sacar tajada de la desgracia ajena.
En definitiva, la iniciativa de ley 5082, “Marco para la defensa y protección del consumidor y usuario”, no debe aprobarse porque sería desastrosa para la economía, la confianza en nuestras instituciones y la moral de nuestros comerciantes.
Una ley de protección al consumidor debería ser una balanza equilibrada, no un martillo que rompe todo a su paso.
Necesitamos una ley que proteja al consumidor, sí, pero que también piense en el pequeño comerciante y en la salud de nuestra economía. De lo contrario, estaremos cortando la rama en la que todos estamos sentados.
“Toda ley que eleva la ira humana es una mala ley”. John Locke