CON OTRA MIRADA
El graffiti, ¿vandalismo o expresión artística?
El término graffiti viene de las inscripciones satíricas en espacios públicos durante el Imperio Romano. Grafitar implica hacer incisión sobre la superficie. Como arte urbano actual, se dio en el barrio neoyorquino del Bronx, en los años 70, cuando se evidenció la exclusión social de algunos sectores, dando lugar a una cultura reivindicativa por medio del rap y el break dance, entonces con pintas, siguiendo el criterio de que lo que callan los medios lo gritan las paredes, imponiéndose como vía de protesta.
' Cuando atenta contra la propiedad, incluyendo el patrimonio cultural inmueble, deviene en vandalismo
José María Magaña Juárez
Destaca por su ilegalidad, libertad de expresión y espontaneidad realizada en espacios urbanos: muros, contenedores de basura, portones, persianas de comercios, etcétera, mediante ilustraciones realistas o abstractas, mensajes escritos y otros recursos, normalmente hechos con aerosol. Es una manera de marcar territorio de grupos marginales o de competencia por la conquista de espacios urbanos, aunque en algunos casos, por su pobre valor estético, es considerada una forma de contaminación visual.
Esa libertad de expresión no implica ausencia de rigor en la preparación de bocetos y su cuidadosa planificación: selección del lugar, conocer el flujo vehicular y la eventualidad de una vigilancia que habrá de ser burlada, además del costo en materiales, transportación y logística necesarias, pero, sobre todo, estimar el tiempo que tomará realizar la obra, a fin de no ser pillados in fraganti.
En principio, a los grafiteros les interesó dejar su impronta con el afán de hacer valer su presencia física: aquí estuve Yo, reforzando su sentido de pertenencia en un tiempo y un espacio. Debe hacerse la salvedad de que se trata de una expresión de carácter efímero, toda vez que está hecha sobre propiedad pública o privada, sin autorización alguna, que puede desaparecer al día siguiente, cuando el propietario decide pintar el muro o elemento arquitectónico usados.
Es una forma artística valorada por la juventud. En algunas ciudades se aprecia como una tendencia artística más, comparándola con otras disciplinas como la pintura y la escultura, que resulta atractiva para los vecinos que pasan por la calle, llegándola a considerar de valor como un atractivo turístico. En algunos casos ha transformado la imagen de algunos barrios, tal el caso del Polígono San Pablo, en Sevilla, en donde el graffiti resultó ser una herramienta de cohesión social para trabajar con jóvenes en labor comunitaria, recuperando así parte de su identidad cultural.
Sin embargo, cuando atenta contra la propiedad pública o privada, incluyendo el patrimonio cultural inmueble, deviene en simple y llano vandalismo. Ejemplo de eso son las pintas reivindicativas de movimientos sociales hechas durante manifestaciones públicas —cuyo efecto resulta contrario a la naturaleza de la exigencia popular—, dejando, además, daños innecesarios, difíciles de subsanar.
Esa connotación (de vandalismo) se asocia a la “Teoría de las ventanas rotas”, desarrollada por J.Q. Wilson y G. Kelling, que desde un punto de vista criminológico concluye que el delito ocurre en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato son mayores. Si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás. Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importar a nadie, entonces allí se generará el delito. Si se cometen “pequeñas faltas” (estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad o pasarse una luz roja) y las mismas no son sancionadas, entonces comenzarán faltas mayores y luego delitos cada vez más graves.
Tenemos, pues, la ambivalencia del graffiti: ¿Acto vandálico o expresión artística?