Urbanismo y sociedad
El hábitat en la ciudad de Guatemala
La historia nunca ofrece modelos para imitar, solo antimodelos que hay que esforzarse por superar.
Al discutir sobre el hábitat, el urbanismo y la arquitectura en la ciudad de Guatemala es conveniente tener en cuenta algunas consideraciones sobre la posición de un arquitecto en relación al medioambiente y la arquitectura.
El tema nos ubica en el lugar más conflictivo que nos ha tocado vivir, si comprendemos el hábitat como en todo lo que está sumergido el ser humano en un lugar determinado y en un tiempo dado. Es decir, todo lo que lo envuelve dentro de su medio natural, edificado, estético, ecológico, político, económico, tecnológico, social, legislativo y cultural.
El urbanismo y la arquitectura se verán sumergidos intensamente en ese problema, por ser esta una expresión integral simultánea, recíproca y dinámica en el accionar del ser humano dentro de su entorno y el cual se mantiene en una evolución permanente.
En síntesis, se puede aceptar el urbanismo y la arquitectura como una especialidad ambiental traducida en algo físico. En el hábitat, estos participan abiertamente en la conformación de ese medioambiente, modificándolo, expresándose y dándole el carácter que lo identifica.
El ecosistema natural y humano se debilita.
El arquitecto se ubica dentro de ese hábitat que se modifica a diario, sin necesidad de participar como primera persona. El urbanismo y la arquitectura pueden darse sin necesidad de la participación del arquitecto o, mejor dicho, así se da.
Por consiguiente, el arquitecto debe expresarse en ese hábitat dentro del relativismo de los puntos de vista del ser humano, bajo los principios: “No hay que pelear ni matarse por defender mi punto de vista, pues la humanidad se ha matado por defender mi punto de vista, el punto de vista religioso o relacionado en consecuencia como una cosmovisión determinada” (Ortega y Gasset).
El arquitecto tiende a jugar con símbolos y, sobre todo, con símbolos estáticos, los cuales convierte en paradigmas sagrados. En la mayoría de los casos, estos no están en consonancia con el hábitat donde desarrolla su función como tal. El arquitecto debe tener la capacidad de analizar los valores, no solo los propios, sino los de la sociedad en que vive. “Los valores positivos nos benefician y mejoran nuestro entorno social, al promover un ambiente de trabajo eficaz y eficiente en un marco de respeto a los derechos humanos y a la legalidad”. (B. Readson).
Al ubicar la ciudad de Guatemala a través de su cultura y su entorno, en síntesis, su hábitat, no radica ubicarla únicamente en cuanto a su posición geográfica o económica. Se debe ver el problema en su totalidad, el espacio físico-cultural, el cual se ha diferenciado de otras regiones de América y del mundo por la aportación de dos culturas básicas, la maya-quiché y la ibérica, y otras últimamente en este mundo plano, en el cual ya no hay fronteras.
Además, hay que poner especial atención en los servicios que puede prestar la ciudad de Guatemala y su área metropolitana, que son cada día más precarios. El agua se agota, los drenajes y los tratamientos son insuficientes y la contaminación, excesiva. La extensa infraestructura vial está llegando a sus límites funcionales.
El ecosistema natural y humano se debilita. La energía como tecnología empieza a cuestionarse. La pregunta es: ¿Puede una región dar más servicios de los que puede prestar; ¿hay modelos a escoger esta vez: estéticos, políticos, urbanos, sociales, económicos, culturales? La historia nunca ofrece modelos para imitar, sino solo antimodelos que hay que esforzarse por superar.