Pluma invitada
El mito del unicornio: Una mirada crítica al emprendimiento de alto vuelo
Soñar en grande es esencial, pero también lo es mantener los pies en la tierra y centrarse en los fundamentos sólidos del emprendimiento.
En el ámbito empresarial, el término “unicornio” se refiere a aquellas startups privadas valoradas en más de mil millones de dólares. Este concepto fue acuñado en 2013 por Aileen Lee, fundadora de Cowboy Ventures, y desde entonces ha capturado la imaginación de emprendedores en todo el mundo. A nivel global, hay más de 800 empresas que han alcanzado este estatus, con alrededor de una docena en América Latina, según datos recientes de CB Insights. Estos números revelan el extraordinario, aunque raro, potencial de crecimiento que algunas startups pueden lograr.
Soñar en grande es esencial, pero también lo es mantener los pies en la tierra y centrarse en los fundamentos sólidos del emprendimiento.
En Guatemala, este tema ha cobrado relevancia recientemente. Redes sociales y medios de comunicación han destacado a empresas como Healthcare.com, mencionada como la primera “unicornio” con operaciones en el país, y Glia, reconocida como la primera fintech fundada por guatemaltecos que alcanza este nivel.
Además, no podemos olvidar a Duolingo, iniciada por el guatemalteco Luis von Ahn, que si bien ya es una empresa pública y técnicamente no es un unicornio, sí fue pionera en alcanzar esta valorización antes de su oferta pública inicial.
Sin embargo, es crucial entender que el título de unicornio, aunque prestigioso, puede ser engañoso. Alcanzar una valoración de mil millones de dólares es sin duda impresionante, pero no siempre es sinónimo de un negocio sostenible a largo plazo. La carrera hacia este estatus puede llevar a decisiones empresariales equivocadas si el objetivo principal se convierte en alcanzar una valoración de mil millones de dólares a toda costa.
En Estados Unidos, por ejemplo, hemos visto casos de startups que, tras lograr el estatus de unicornio mediante inversiones masivas, se enfrentan a expectativas de crecimiento poco realistas y condiciones de inversión que pueden despojar a los fundadores de control sobre sus empresas y dejarlos sin beneficios económicos.
En el Acton MBA de la Universidad Francisco Marroquín fomentamos que nuestros estudiantes creen empresas que generen un impacto significativo. De hecho, aspiramos a que para el año 2035 los negocios iniciados por aquellos que pasen por nuestras aulas hayan creado un valor combinado proyectado de más de dos billones de dólares y más de cien mil empleos.
Esto sugiere que es probable que alguno de nuestros graduados pueda dirigir una empresa que alcance el estatus de unicornio. Sin embargo, es crucial mantener una perspectiva equilibrada y entender que no todas las startups tienen el potencial o incluso la necesidad de convertirse en unicornios para ser exitosas.
Las valoraciones de las startups pueden ser irrealmente infladas, y es fácil dejarse llevar por proyecciones optimistas. Pero el verdadero valor se crea cuando una empresa resuelve una necesidad significativa de manera escalable y eficiente.
Soñar en grande es esencial, pero también lo es mantener los pies en la tierra y centrarse en los fundamentos sólidos del emprendimiento.
Por lo tanto, el enfoque de los emprendedores debe estar en crear valor real y sostenible, no solo en alcanzar una cifra mágica. En el cambiante panorama empresarial, la adaptabilidad y la sostenibilidad son más importantes que nunca. No perdamos de vista que, al final del día, lo que realmente cuenta es la capacidad de nuestra empresa para mejorar la vida de las personas, no solo su valoración en el mercado.