RINCÓN DE PETUL

El que paga no elige la canción

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Siempre me pareció que el refrán ese está cargado de soberbia. Pero parece ser una de esas cosas que la gente dice y que han quedado normalizadas, y que muchos en nuestra sociedad consideran que es el orden debido de las cosas. La gente dice livianamente que “el que paga los músicos es quien elige la canción”. En otras palabras, que quien tiene la plata es quien toma las decisiones. Y esto va desde aquellas que se toman en una simple reunión de amigos hasta el caso de los sectores que concentran el capital en sociedad. Así de sencillo. Así de autocrático, antidemocrático y al extremo materialista. En lo colectivo, este pensamiento promueve mucho más la concentración del capital en pocas manos, y menos un crecimiento colectivo o el añorado bien común. Cabe preguntarse ante tal afirmación: ¿y qué si el que paga a los músicos es un total pendejo? La respuesta irremediable es que a todos nos tocaría una noche de escuchar malas canciones que solo a tal fulano podrían agradar.

Pero nunca he visto a alguien cuestionar ese refrán, que suena como una máxima de la más burda y simple de las plutocracias. Y más, en vez de que alguien lo cuestione, reflexione, repare o corrija, tristemente vemos gente adherirse al desafortunado pensamiento y encauzarse en la necesidad de ser ese pistudo que domina la situación. Ante nuestras miradas, el despotismo de un capitalismo desmesurado afecta la vida de propios y extraños. Pero hay más atracción hacia el éxito, por inalcanzable que sea, que hacia un ideal más colectivo. En palabras del genio sicópata siquiatra Hannibal Lecter, de la célebre película El silencio de los inocentes (1991), “—los humanos— codiciamos lo que vemos todos los días”. Y vaya si no vemos despotismo todos los días ante nuestros ojos. La persona común asume la función que le asigna un orden imperante, en la aspiración de un día tener dinero para dominar más situaciones.

' El reconocimiento al ciudadano en el exterior no vendrá motivado por la confusión de conceptos democráticos.

Pedro Pablo Solares

Es el caso que he escuchado de algunos movimientos de guatemaltecos expatriados, a quienes comúnmente se les llama “migrantes”. Ellos, que trabajan en EE. UU. para luego enviar remesas al país, cierta y justamente reclaman reconocimiento por la heroica labor que realizan, al haberse ido en situaciones extremas y aportar fondos que muchos califican como un alivio social invaluable. No falta razón en ese reclamo de merecido reconocimiento. Basta con ver que en tan solo estos dos últimos meses han batido récords nuevamente, enviando más de US$1,800 millones cada mes, y proyectándose a que en 2023 se recibirán más de US$20 mil millones de remesas familiares. Pero en muchas ocasiones he escuchado ese mérito como reclamo para el respeto de derechos ciudadanos —como el voto, o la buena atención consular—. Una confusión, sin duda, pues tenemos derechos por ser ciudadanos, y no por poder económico alcanzado.

El reclamo del merecido reconocimiento al ciudadano en el exterior no puede venir motivado por la confusión de conceptos democráticos. La organización de enorme sector poblacional se mira tímida, escasa y absolutamente estéril en su capacidad de influencia. Amparados en la plata que envían, reclamaron mejor trato consular, una política exterior que les incluya, así como también reclamaron la organización de un proceso representativo en la elección presidencial. Y ahora, en la ilusión de un gobierno más inclusivo, los vastos sectores expatriados han de sumarse y han de reclamar un papel hasta ahora negado. Ojalá les acompañen los ideales que inspiran lo que es una república democrática. Ojalá crezcan de previos ideales fallidos. Ojalá abandonen la cultura del cacicazgo aprendida en su natal país.
Que les inspire la democracia, la inclusión y el reconocimiento por el solo hecho de ser humanos. Ya pagaron y aún así no tocaron su canción. Es el momento de dar un giro cualitativo.

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.