ALEPH

El racismo no es una opinión

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Podemos tener ideas distintas y expresarlas, pero el odio nunca será solo una opinión, porque no es solo una idea. El odio siempre se expresa en nuestras prácticas cotidianas hacia otras personas, y generalmente se hace de manera violenta, sosteniendo un sistema que continuamente se levanta sobre los privilegios de quienes discriminan y odian, y el temor y la rabia de quienes son excluidos y discriminados. Por lo tanto, pronunciarse en contra del racismo no es simple corrección política, es un deporte extremo y peligroso en sociedades históricamente clasistas, racistas y violentas.

' Esto habla de un Estado policial, represor, injusto y tolerante ante la violencia racial.

Carolina Escobar Sarti

Jane Elliot, una maestra estadounidense de 87 años, de tez blanca y ojos azules, se inspiró en la vida de Martin Luther King para enseñarles a sus estudiantes a lo largo de los años lo que significa el racismo. Ella hizo, en 1996, un ejercicio en un auditorio integrado por personas blancas, a quienes pidió: “Quiero que se ponga de pie cada persona blanca en este salón que estaría feliz de ser tratada de la manera en que esta sociedad, en general, trata a los ciudadanos negros”. En el salón se produjo un silencio muy incómodo y todos se miraron entre sí, pero nadie se levantó. “¿No entendieron la indicación?”, preguntó Jane. “Si ustedes, gente blanca, quieren que los traten como se trata a los negros en esta sociedad, pónganse de pie”. Luego de varios segundos sin que nadie se pusiera de pie, concluyó tajantemente: “Nadie se para. Eso dice claramente que ustedes saben lo que está ocurriendo y saben que no lo quieren para ustedes. Entonces, quiero saber por qué están tan dispuestos a permitir que le ocurra a otros”.

El racismo se enseña desde la niñez, y se tolera y se practica en sociedad el resto de la vida, porque no nacemos siendo racistas. El odio se aprende en la casa, en la escuela, en la publicidad, entre amigos, en el trabajo, y se ejerce cada día. Lo sucedido al afroamericano George Floyd el 25 de mayo, asesinado por Chauvin, policía estadounidense blanco que puso su rodilla en el cuello de Floyd por más de 8 minutos hasta asfixiarlo, ha hecho arder a Troya. No solo Estados Unidos vive hoy expresiones de ira e indignación por este hecho que nos avergüenza como humanidad; en distintos países se expresa el rechazo por este y tantos otros asesinatos a manos de agentes de la seguridad y el orden, de personas cuya piel no es blanca y cuyos ojos no son azules. Esto, como dijo el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, devela un continuum de prácticas que han sucedido por demasiado tiempo. Él mencionó solo algunos nombres como el de Rodney King (1991), Amadou Diallo (1999), Sean Bell (2006), Oscar Grant (2009), Erica Garner (2014), Michael Brown (2014), Laquan McDonald (2014), Freddie Gray (2015), Antowon Rose (2018), Ahmaud Arbery (2020), Breonna Taylor (2020) y George Floyd (2020), pero pudo irse a Rosa Parks, Martin Luther King y al tiempo cuando la esclavitud aún era legal.

El homicidio fue cometido por un policía, obligado a dar seguridad a toda la ciudadanía y a representar al Estado, en complicidad con tres policías blancos más, sin que un hecho delictivo de parte de Floyd mediara en todo ello y sin que este les hubiera agredido. Esto habla de un Estado policial, represor, injusto y tolerante ante la violencia racial. Es un milagro nacer en un lugar así y no volverse racista, pero es indudable que Trump ha desatado a todos los demonios y despertado todos los odios. Siempre me hago la pregunta cuando un político y su equipo se instalan en el gobierno de un país: ¿qué lado de nuestra humanidad alimentará ese líder, el que odia y mata o el que dialoga y construye?

Me gustaría traerme estas reflexiones a Guatemala, donde el racismo es un problema aún latente, donde lo de Floyd queda muy lejos, y donde nadie dice ser racista, pero donde el odio ha llevado a varios indígenas a la muerte, a la exclusión o a condenas injustas. Y les insto, al estilo de Elliot: si ustedes, gente ladina o mestiza, quieren que los traten como se trata a los indígenas en esta sociedad o a los negros en aquella, pónganse de pie.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.