CABLE A TIERRA
El SARS CoV-2 no es noctámbulo
Si bien no existe un protocolo único, predefinido y estandarizado de cómo manejar la pandemia de covid-19, existen suficientes conocimientos y experiencia previa, histórica y reciente, acumulada a nivel global y nacional en materia de epidemiología y salud pública en qué basarse para emitir criterio sobre cómo debería concebirse el portafolio de medidas a implementar. En el corazón del manejo de la pandemia deberían estar siempre las medidas epidemiológicas y de salud pública, tanto diagnósticas como preventivas y de protección específica individual (mascarilla, higiene, distancia física) y a nivel poblacional (manejo de brotes, vacunación), así como un sistema de soporte de información y análisis epidemiológico que apuntale la toma de decisiones.
A la par de las medidas epidemiológicas deberían estar en ejecución las denominadas “medidas de mitigación”, que consisten en fortalecer la capacidad resolutiva de la red de servicios de salud para que puedan atender adecuadamente la demanda incrementada de atención médica que generarán los contagios en la población. Igual nivel de importancia debería tener la información, educación y comunicación en salud para mejorar la comprensión de la situación y los riesgos que se enfrentan, y favorecer la adopción y adherencia a las medidas de protección individual y familiar. Así también, favorecer el diálogo con actores y liderazgos que influyen en el pensamiento y decisiones de la colectividad, pues se necesita disminuir las resistencias, atenuar los miedos y empoderar a las personas para el autocuidado.
' Un estado de Calamidad para “tapar el ojo al macho”.
Karin Slowing
Las medidas de contención y restricción son también herramientas clave en el manejo de una pandemia; si bien se consideran también medidas de salud pública, se categorizan aparte, dado que requieren un marco legal excepcional para ser aplicadas, pues se restringen libertades y derechos ciudadanos. Dadas las repercusiones que tienen sobre el funcionamiento regular de la sociedad y la economía, también son las que resultan más polémicas. Por esta misma razón, deberían ser empleadas solo cuando ya no es posible manejar la situación adecuadamente con el solo uso de las otras medidas epidemiológicas. En el otro extremo está la falta de uso o el uso inadecuado de las medidas de contención, como el que decidieron la semana pasada, donde se genera la restricción, pero de poco sirven para controlar la transmisión del virus, por la forma en que son aplicadas. Por eso, su pertinencia debería ser decidida fundamentalmente a partir del comportamiento de los indicadores epidemiológicos y no de otros criterios. Las medidas de soporte socioeconómico deberían acompañar las medidas de contención y ofrecer una salvaguarda a los miembros más vulnerables de la sociedad.
A lo largo de año y medio que llevamos en pandemia, hemos pasado por varias fases en el manejo de la situación: iniciamos con 12 semanas de encierro progresivo, hasta llegar a la suspensión total en Semana Santa 2020, cuando no había prácticamente casos. Ahora, pasamos de estar por meses con una liberalización casi total de medidas de contención y estimulando a la gente a salir (para consumir) de la Semana Santa para acá, cuando nos encontramos en plena escalada nuevamente y circulan la variante delta y otras cuatro más, con hospitales sobrepasados y personal agotado. Algo que es peor que no hacer nada es hacer cosas solo por “tapar el ojo al macho”, y que, encima, en el proceso, perjudican sin lograr el cometido por el cual supuestamente se justificaron. La contención, para que detuviera en estos momentos la escalada debería ser estricta y debería ir a la par del aceleramiento de la vacunación.