SI ME PERMITE

El trabajo debe generar constante satisfacción

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“La recompensa del trabajo bien hecho es la oportunidad de hacer más trabajo bien hecho”. Jonás Edward Salk

Cada uno de nosotros que tiene la oportunidad de trabajar, por el modo y con la actitud que desempeñamos el trabajo estamos dando un mensaje a los que nos están observando.

' El buen trabajador generará auténtico contagio y admiración para los que lo están observando

Samuel Berberián

No sería extraño que algunos, por la actitud positiva y propositiva que tienen en su trabajo, los que los ven piensan que están ocupados en algo que están por demás disfrutando y no porque se los están exigiendo.

Por otro lado, hay quienes, cuando se les mira trabajar, estarían juzgando que los tienen castigados por el modo y la expresión que están mostrando.

No hay duda de que el mejor trabajador, cuando está desarrollando su tarea, tiene un sentir de contagio que lo inspira, sea para involucrarse en lo que se está haciendo o bien para imitarlo y hacer lo mismo. El gran cuestionamiento que está delante de nosotros es analizar qué mensaje estamos comunicando nosotros cuando alguien, sea conocido o sea un extraño, nos observa en plena tarea.

Claro, hay una enorme gama de conceptos en la sociedad que nos toca vivir; por ejemplo, no es lo mismo en las primeras horas de la mañana que cuando ya estamos terminado la jornada. No podemos negar que nunca será igual un trabajo bajo los rayos calurosos del sol que estando en una oficina, con las comodidades del caso, haciendo el trabajo.

Lo ideal es tener la capacidad de ver nuestro trabajo, en su aparente rutina y posiblemente una constante repetición, y poder visualizar una constante oportunidad donde aprendemos y mejoramos lo que hacemos, lo cual se traduce en experiencia o pericia del trabajo. Es muy común preguntar a alguien que está trabajando cuánto tiempo lleva en ese puesto y se nos indica la cantidad de años, pero uno debería analizar si es la suma de los años o solo la repetición de un año que se ha llegado a reiniciar pero nunca avanza. Por eso concluimos en que el trabajo es un constante aprendizaje para el que quiere progresar y aprender.

Cuando un trabajo se está logrando y se alcanzan las metas trazadas, hay que tener el debido cuidado al dar el crédito, si es de la persona que estuvo haciendo el trabajo o del que está a cargo de la supervisión y por su insistencia y exigencia se han podido tener los avances en el trabajo.

Cuando tenemos la madurez debida y la claridad de nuestras responsabilidades, comprendemos que en algún momento en el inicio de la vida productiva nos mandaron a trabajar, pero llegó el tiempo cuando asumimos el papel que nos tocaba en el trabajo y cumplimos con el deber y un poco más por la gratitud de tener un trabajo.

Es innegable, en la sociedad moderna que vivimos, que es mucho más fácil perder el trabajo que tenemos que poderlo conservar. Si somos atentos en nuestra labor percibimos cada cambio que se está generando y nos adelantamos para adecuarnos y seguir produciendo, para poder ser útiles y de ese modo conservar el trabajo que hemos podido tener.

Una sociedad productiva y trabajadora nace en la iniciativa de los individuos, y se estimula en las relaciones interpersonales para conservarla y también para mejorarla.

Por ello debemos alejarnos de aquellos que nos alejan de una vida productiva, pero saber observar e imitar a los que por años han sido productivos sin que se lo estén exigiendo.

 

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.