Una vez más ha llegado la Navidad, y nos hace reflexionar sobre el verdadero significado de esta fecha. El año 2020 nos ha dejado muchas lecciones amargas, por lo que es hora de conducirnos de forma diferente. ¿Cómo? Profesando y fomentando la hermandad entre todos de forma más contundente, con nobleza en nuestros corazones.

Nos hemos tenido que distanciar unos de otros por la pandemia y hemos tenido que prescindir del calor humano entre seres queridos. Posiblemente en esta Navidad no estemos reunidos físicamente con toda nuestra familia, ya sea porque muchos vivan en el exterior o se hayan quedado atrapados en algún país lejano. Por ende, estoy segura de que ahora apreciaremos más a nuestros seres queridos.

Hoy dedico esta columna a una profunda reflexión sobre la Navidad, y me referiré a la connotada autora estadounidense Mary Baker Eddy, quien vivió a finales del siglo antepasado y escribió el aclamado libro Ciencia y salud. Millones de copias de este libro se han vendido en más de 20 idiomas, y en él la señora Eddy nos habla del Cristo en su verdadero significado, recordándonos que el Cristo reina en todos nosotros cuando expresamos benevolencia, caridad, amor y buenas obras.

Si los seres humanos comprendiésemos nuestra verdadera identidad espiritual como seres de luz, y actuáramos acorde, estaríamos colmados constantemente de bendiciones y podríamos superar la lucha mundana que se aleja del amor. La práctica de la metafísica y su poder sanador manifestado por Cristo es un real antídoto al mal.

Al estudiar y practicar la metafísica cristiana podemos estar inmunes al odio, al egoísmo, al engaño, la violencia, o retos como los que hemos vivido en el 2020. La práctica de la metafísica nos ayuda a erradicar las actitudes destructivas y crea una barrera de protección en el radio de nuestros pensamientos.

Estas fechas nos ayudan a recordar que la tarea que tenemos por delante es lograr una paz espiritual interior que erradique la desarmonía y el miedo, que son los que acarrean los síntomas de las enfermedades. La señora Eddy, quien fundó la primera Universidad Metafísica en Boston, Massachusetts, nos explica que, siendo Jesús el más alto concepto de la idea divina del hombre y bajo la premisa de que todos estamos hechos a la imagen espiritual y semejanza de Dios, debiéramos constantemente afirmar el bien y no el mal.
Según Eddy, somos la plena representación de un dios que es amor puro, sabiduría, vida e inteligencia suprema; Dios como Padre, Jesús como hijo. Dios como el gran Yo Soy, el omnipresente, omnisapiente, y nos muestra a Jesús como el más alto tipo de divinidad que se manifestó en la carne.

Son fascinantes los conceptos metafísicos que nos brinda la señora Eddy para comprender la misión de Jesucristo sobre la Tierra, y aduce que no somos muchas mentes, sino una sola “Mente” —la Mente Infinita— y un solo “Espíritu”, por lo que no debiéramos estar en discordia entre nosotros.

La comprensión sobre el origen espiritual de Jesús es revolucionaria y pretende un cambio de paradigma en nuestra forma de ver la misión del Mesías y de vernos a nosotros mismos y a la Humanidad. Debemos, finalmente, comprender que somos seres “espirituales” viviendo una experiencia material, y no al contrario.

Celebrar la Navidad solo para comprar regalos o para quemar cuetes, comer un buen tamal a las 12 de la noche o darnos abrazos, no es suficiente. La Navidad debería durar todo el año para expresar constantemente amor al prójimo; lo que debería ser la verdadera misión de nuestras vidas. Les deseo a todos una feliz Navidad y que el Año Nuevo nos traiga bendiciones.