RINCÓN DE PETUL
El voto, complicidad necesaria en un crimen
¿Alguna vez se ha preguntado por cuál recompensa estaría usted dispuesto a ser cómplice de un crimen? Puede sonar crudo, pero, digamos, ¿a cambio de qué cometería una acción que le causara daño a un tercero? O ¿por cuánto dinero participaría usted en un homicidio? Sin duda los lectores responderán conscientemente a estas preguntas de forma negativa: Por nada y por ninguna cantidad, seguramente serían respuestas comunes. Sin embargo, en papel, vivimos en un sistema republicano y la democracia, que designa a quienes gobiernan el país, sabemos que está tomada por mafias organizadas. Así, hemos sentado en las sillas de gobierno a los personajes de las peores calañas imaginables. Por los puestos más importantes, donde se requerían personalidades de altura, han pasado burdos incompetentes, vulgares pillos, borrachos, drogadictos, mitómanos, así como psicópatas y otros trastornados mentales. Todos y cada uno de ellos elegidos en un marco de legalidad formal. Todos, votados por la gente.
En Guatemala, hoy celebramos lo que a alguien, en algún momento, se le ocurrió llamar una “fiesta cívica”. Y el pueblo, subdesarrollado como está y absurdo como se comporta, parece que se tomó demasiado en serio la parte festiva y mucho menos la parte del civismo. La elección, casi irremediablemente, se ha convertido en desfile de bufones, unos más que otros, pero todos en alguna medida, intentando hacer el ridículo para llamar la atención. Y atrás de las payasadas subyacen los perfiles más nefastos que puede haber para el destino de la patria. La guatemalteca es una democracia endeble, pero esto ha empeorado aceleradamente en los últimos ciclos. ¿Qué podemos ver con claridad? Que las propuestas serias no fueron debatidas. Que los retos que aquejan al país no fueron abordados con propiedad. El único resultado posible de esto es la continuidad del gobierno corrompido y de las máscaras del poder que mutan cada cuatro años.
' ¿A cambio de qué se convertiría usted en un cómplice?
Pedro Pablo Solares
El problema es que los personajes que resultan electos dirigen el vital aparato de gobierno. Solo en el Ejecutivo el ganador presidirá 14 ministerios que administran la salud de los guatemaltecos, su seguridad, su educación, la infraestructura y tantos otros asuntos que impactan a las familias. Los gobiernos municipales también son elegidos. 340 regiones locales tienen el reto de revertir el desinterés por la planificación que impera y plantear los retos en un país donde las calles colapsan, literalmente tragándose a quienes circulan sobre ellas. Y el Congreso se elige, también en su totalidad. Los diputados que tienen trascendentales roles de legislación y fiscalización, para los que es indispensable la independencia. Si a esto sumamos que, además, los diputados designan a los distintos magistrados judiciales, caemos en cuenta de que hoy se elige al gobierno completo que administrará el futuro inmediato de la Nación.
Quizás nadie va al centro de votación con la intención de hacer daño. Y participar como cómplices en la comisión de crímenes seguramente no pasa por la mente de quien pone una X sobre la papeleta. Pero lo cierto es que los criminales que nos han gobernado no lo habrían logrado sin la colaboración necesaria del electorado. Y esa, de hecho, es la definición jurídica de la complicidad: cuando se cometen actos sin cuya participación no se habría cometido el crimen. El país tiene un gobierno cooptado. Y los candidatos con posibilidades de ganar muy probablemente participan del sistema corrompido. Por eso no fueron descartados. Mucho se ha hablado sobre la conveniencia o inconveniencia de un voto nulo. En especial porque tiene poco sentido práctico aparente. Sin embargo, movidos nuevamente por el planteamiento inicial, quizás esa sea mejor opción que ser cómplice de elegir criminales contra la población, que se roban el erario destinado a los asuntos públicos y que perpetúan el estado de injusticia. ¿A cambio de qué cometería usted un crimen?