PLUMA INVITADA

En el Reino Unido, la realidad se parte en dos

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LONDRES — En el Reino Unido, el Día del Armisticio suele ser un asunto discreto, marcado solo por dos minutos de silencio a las once de la mañana. Este año, fue considerablemente más notorio, ya que dos protestas muy diferentes se desataron en Londres.

' Los políticos más importantes del país apoyan la guerra en gaza; la mayoría del pueblo no.

Moya Lothian-McLean

Una, compuesta por cientos de miles de personas que pedían un alto al fuego en Gaza, zigzagueó de manera pacífica por el oeste de la ciudad y sobre el río Támesis (una mezcla de rojo, verde, blanco y negro). La otra, conformada por algunos cientos de personas de la extrema derecha del Reino Unido y redes de hinchas violentos del futbol, se reunió a varios kilómetros de distancia en Westminster. El grupo, al parecer con el objetivo de defender un monumento conmemorativo de la guerra de gran importancia nacional de los manifestantes a favor de la paz, se enfrentó a agentes de la Policía Metropolitana. Al final del día, 145 personas, la mayoría contramanifestantes de derecha, habían sido arrestadas.

La responsable del tumulto fue Suella Braverman. Como ministra del Interior, pasó días presionando a los funcionarios de seguridad de mayor rango del Reino Unido para que prohibieran las manifestaciones pro-Palestina, las cuales denostó como “marchas del odio”. Cuando eso no tuvo éxito, Braverman publicó un artículo (al parecer no autorizado por el primer ministro Rishi Sunak) en el cual acusó a la policía de parcialidad, una intervención incendiaria que ha sido señalada de manera extensa como una de las razones detrás de la presencia de la extrema derecha en el centro de Londres el sábado. Sunak la despidió el lunes. Su salida pronto fue eclipsada por el sorpresivo retorno al protagonismo político del ex primer ministro David Cameron, el arquitecto de la austeridad y del brexit.

Con todas sus posturas extremistas, Braverman es parte de un consenso de la clase dirigente que respalda con firmeza la guerra de Israel en Gaza. Al mismo tiempo, conforme empeora la catástrofe humanitaria en el enclave, un movimiento de la sociedad civil que pide un cese al fuego gana fuerza, respaldado por gran parte del país. Aun así, los líderes en Westminster permanecen impávidos en su apoyo a la campaña militar de Israel. En el Reino Unido, a medida que sus políticos y el público en general asumen posturas cada vez más alejadas, la realidad se parte en dos.

Las protestas comenzaron casi tan pronto como Israel, en respuesta a los ataques de Hamás del 7 de octubre, empezó su bombardeo aéreo contra Gaza. Cinco semanas después, los manifestantes todavía esperan a que los políticos comprendan la magnitud de esta pesadilla. Un número descomunal de personas, lideradas por grupos palestinos que hacen campaña, activistas a favor de la paz y sindicalistas, se ha unido al movimiento en todo el país. A pesar de una discrepancia en las cifras de asistencia que reportan los organizadores y la policía, el movimiento de protesta es, sin duda, el más grande que se ha visto en el Reino Unido en veinte años. También está empleando métodos diversos: además de las marchas semanales de los sábados en Londres, ha habido sentadas, mitines y bloqueos a fábricas de armas.

Desde el principio, estas acciones han sido recibidas con sospecha y calumnias descaradas de parte de figuras influyentes en el panorama político y mediático del Reino Unido. Su principal argumento es que aquellos que se oponen a la campaña de Israel son antisemitas (una acusación que no hace nada para combatir el verdadero antisemitismo creciente en el país y hace todo para generar mayor división). Aunque la satanización de las marchas ha enturbiado el apoyo del público para aquellos que se pronuncian en las calles, no ha desalentado el respaldo a su demanda principal. Una mayoría abrumadora de británicos está a favor de un cese al fuego.

No obstante, los políticos británicos no piensan igual. Solo un líder político de las naciones que conforman el Reino Unido ha exhortado a un cese al fuego: Humza Yousaf, el ministro principal de Escocia, quien tenía familiares en Gaza. Su homólogo galés, Mark Drakeford, no mostró tal convicción. Lo más significativo es que, tanto Sunak como Keir Starmer, el líder del Partido Laborista de oposición, se han rehusado a apoyar el cese al fuego y en cambio se han mostrado a favor de una pausa humanitaria.

Esta frase, que no existía en el léxico de la política británica hace unas semanas, se ha convertido con rapidez en un refrán muy desgastado, que los líderes en Westminster blanden como un escudo. Está claro que figuras como Sunak y Starmer esperan que su apoyo a una pausa (una exigencia débil que pretende reconocer la terrible devastación sufrida por los civiles en Gaza) ahuyente las críticas de su negativa a pedir un alto al fuego y su insistencia obstinada en afirmar que el ataque de Israel a Gaza es en defensa propia.

En el caso de Sunak, un enfoque así tal vez era de esperarse. Después de todo, el Partido Conservador se ha vinculado a Israel desde hace tiempo y el grupo actual de legisladores ha mostrado poco interés en demostrar un liderazgo moral. Las expectativas de ver una reacción distinta de Sunak (cuyo tiempo en el cargo prácticamente está por terminar, ya que va encaminado hacia una derrota electoral casi segura el próximo año) eran bajas.

Es otra historia con Starmer, quien construyó su reputación como uno de los abogados de derechos humanos más importantes del Reino Unido. Ha basado su propuesta para ser el próximo primer ministro del Reino Unido en su imagen de juez. Como exdirector de la fiscalía pública, se ha distanciado de una sucesión de líderes conservadores de dudosa calidad ética al ensalzar sus propias virtudes como fiel discípulo de la ley y el orden, cuya brújula moral apunta permanentemente hacia lo correcto.

Así que su timidez sobre si los expertos de las Naciones Unidas y la Unión Europea están en lo correcto en su evaluación de que la guerra de Israel en Gaza viola el derecho internacional (y que podría incluso, en palabras de un experto en derechos humanos de las Naciones Unidas, ser equivalente a una limpieza étnica) ha sido vista como un acto profundo de ruina ética). Hubo una indignación generalizada cuando, en una entrevista en octubre, Starmer pareció indicar que Israel “tiene el derecho” de no proporcionar agua y alimentos a los civiles palestinos en Gaza. Desde entonces, sus dificultades tan solo se han agravado.

Alrededor de 50 concejales locales del Partido Laborista en todo el Reino Unido han abandonado el partido en protesta contra la postura de Starmer. Según se reporta, múltiples miembros de su equipo principal en el Parlamento también están al borde de la renuncia; un ministro en la sombra, Imran Hussein, dimitió la semana pasada. La presión de los constituyentes también está en aumento: los legisladores laboristas afirman que han recibido montañas de correspondencia en la que se les cuestiona la posición del partido. El miércoles, 56 de ellos fueron contra el partido y votaron a favor de una moción de cese al fuego en el Parlamento. La amplia ventaja de los laboristas sobre los conservadores en las encuestas aún no se ha visto afectada, pero los principios y el estilo de liderazgo de Starmer están bajo escrutinio como nunca antes.

Por ahora, el furor en torno al reacomodo en el gobierno podría darle a Starmer espacio para respirar. La disfunción de los “tories” de nuevo es lo más mencionado en las noticias, un lugar seguro para la comentocracia del Reino Unido. Mientras los periódicos se volcaban sobre el impactante retorno de Cameron, el hospital más grande de la ciudad de Gaza, Al-Shifa, se convertía en una tumba viviente. Los médicos atrapados ahí debido al combate intenso compartieron imágenes de bebés prematuros a su cuidado: retirados de las incubadoras después de que el suministro de oxígeno se agotó, sus frágiles cuerpos resaltaban claramente contra las mantas color turquesa.

Ante tales escenas de horror, los políticos británicos desvían la mirada. Sin embargo, su pueblo está siendo testigo.

 

*c.2023 The New York Times Company

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