SIN FRONTERAS
En honra de los niños
Lo que se ve en las noticias llega en cierta forma impersonal a quien, desde su casa, lee una noticia. Hay información por todos lados, y hemos visto que la gente adormece sus sentidos. A veces, vemos la deshumanización. Pero otras veces, creo que lo que hacemos es accionar mecanismos de defensa. Eso, justo, me pasó el martes cuando salió la noticia sobre los 545 niños —niños— migrantes que llevan más de 2 años sin sus padres, después de que Trump implementó una maniobra, una movida improvisada e irresponsable, cruel y sin precedentes, que pasará como un punto de referencia de un sujeto con mucho poder, pero sin aprecio alguno por la persona, ni por la familia. Créanme, lectores, hay que tener el nervio duro para escuchar de primera mano el testimonio de los padres que regresaron sin sus niños. A mí me tocó acompañar a los padres de 5 de ellos. Han pasado cuatro días desde que salió esta nueva noticia. Pero les comparto que esto me petrifica.
' El resultado de elecciones como esta sí influye en quiénes somos. En qué pensamos. En qué priorizamos.
Pedro Pablo Solares
No es accidental que hoy haya 545 niños perdidos de sus papás. Paralelo a la crueldad de sustraer a menores de sus padres, ese gobierno desalmado implementó una táctica improvisada. Irresponsable. La falta de protocolos para la reunificación es prueba de que lograrla nunca fue interés de Trump. Para entender Tolerancia Cero hay que comprender primero la Estrategia de Disuasión, práctica desde hace una década. La premisa es que si el migrante sufre lo suficiente, esas duras experiencias desmotivarán a quienes aún no han emigrado. Se ha visto que la Estrategia de Disuasión ha sido una política no partidaria. Pero no funcionó. Las gélidas temperaturas en las cárceles; las luces encendidas a deshoras; la mala comida; las condiciones insalubres, no lograron disuadir. En el segundo año de Trump, el río humano creció más que nunca. Tolerancia Cero se dio en ese contexto. Fue uno más de los intentos fallidos de un gobernante incapaz de entender los problemas para luego conducir a soluciones.
No menciono en este artículo los nombres de quienes acompañé. Pero algunos casos fueron notorios. El trauma, aún hoy, en algunos de ellos, es evidente. La madre de una niña fue internada en el hospital recién hace dos meses. Allá en Huehuetenango, no sé cómo hicieron terminar de pagar la cuenta médica. El diagnóstico fue estrés post traumático por haber perdido a su niña durante varios meses. Varias otras madres que fueron capturadas mientras escapaban de la desesperanza centroamericana contaron cómo les fueron sustraídas sus criaturas en esas cárceles de terror. Se las arrebataron de los brazos mientras pataleaban. Los guardias con sus palabras, infligiendo más dolor. Aún incrédulas eran aventadas a un cuarto más grande. Ahí tomaban consciencia. Otras muchas madres que les antecedieron, llorando en histeria colectiva. Es un trauma solo recordar en lo que sucedió en 2018. Vivirlo, no me corresponde transmitirlo.
Trump se busca reelegir. Y aquí hay quienes dicen que no tiene sentido tener preferencias en una elección donde no votamos. Ciertamente, quienes no votamos allá, no influiremos en esa elección. Pero el resultado de elecciones como esta sí influye en quiénes somos nosotros. En qué pensamos. En qué priorizamos. Y en el caso de la migración, que tanto nos afecta, en cómo nos irá en el futuro cercano. Un gobierno demócrata aún habría de cumplir su promesa de impulsar el camino hacia la residencia legal de los indocumentados. Pero un segundo periodo de Trump ya tenemos experiencia de cómo trata a países como el nuestro, al que muestra un desprecio profundo. De acuerdo con datos oficiales del momento, la mayoría de esos niños perdidos son guatemaltecos. Esta elección nos afecta directamente, y en ella se disputa la honra a familias centroamericanas que dieron un máximo sacrificio para sacar adelante a sus crías.