NOTA BENE

Equidad versus igualdad

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Parece que hoy todos hablan de equidad: desde Kamala Harris hasta Nicolás Maduro, desde la Organización de Estados Americanos hasta Hollywood y Unicef. Múltiples discursos exaltan la equidad racial, de género, social, cultural o económica; dicen luchar contra la xenofobia, la homofobia, la discriminación, el racismo, la pobreza y la desigualdad.

' Las pretensiones de equidad causan confrontación social.

Carroll Ríos de Rodríguez

Pocos se oponen a la idea de que todos los seres humanos “tienen derecho al bienestar material y a su desarrollo espiritual, en condiciones de libertad, dignidad, igualdad de oportunidades y seguridad económica”, como lee la carta de la OEA de 1948. Pero, mientras en 1948 los firmantes enarbolaban la libertad, la igualdad ante la ley, e igualdad de oportunidades, quienes hoy promueven la equidad buscan la igualdad de resultados.

La demanda de equidad se materializa en la exclusión de personas blancas de ciertos espacios públicos, la aprobación forzosa de estudiantes que carecen los conocimientos mínimos requeridos, la contratación con base en raza o género —y no mérito— para rellenar cuotas, o la exigencia en ley de servir comida vegana para no discriminar a los vegetarianos. Grupos como Black Lives Matter exigen subsidios, privilegios y legislación para personas de color. Otros exigen lo mismo por su percibida desventaja.

Las políticas de equidad son lo opuesto a la aspiración del pastor Martin Luther King, quien luchó por liberar a los afroamericanos del yugo de las restricciones gubernamentales. En 1963, King expresó su sueño de que algún día, la sociedad sería indiferente al color de su piel y podría optar a oportunidades con base en sus méritos. King luchó por la igualdad ante la ley. Usó argumentos muy similares a los de las feministas de la primera y la segunda ola, quienes pedían eliminar las barreras legales de entrada, para ampliar sus libertades y oportunidades en materia de estudios, empleo y participación política.

El economista Milton Friedman advirtió que “una sociedad que priorice la igualdad sobre la libertad no obtendrá ninguna de las dos cosas. Una sociedad que priorice la libertad sobre la igualdad obtendrá un alto grado de ambas”.

Para hacer valer la equidad, los gobiernos se meten cada vez más en nuestras vidas. Se erigen en jueces y segmentan a los ciudadanos en grupos de interés con base en características percibidas. A unos les quitará el fruto de su trabajo, para dárselo a otros. Ejecutan la redistribución de la riqueza en forma desigual para nivelar los resultados por clases. Esto incita a una competencia entre las “víctimas” para ser vistas como las más maltratadas. Así, esperaría recibir más transferencias una mujer negra lesbiana que una mujer blanca heterosexual porque, según estas categorizaciones, su nivel de victimización es mayor.

Lejos de unir y sanar a las sociedades, la política de identidad acentúa y crea nuevos resentimientos, odios y divisiones. En lugar de lograr la pretendida «inclusión», segmenta. Fomenta la dependencia y reduce la responsabilidad individual. Crea una categoría de opresores enemigos quienes necesariamente ofenden, incluso sin querer, simplemente por su cuna u otro accidente. No cura los restos de machismo, misoginia y racismo latentes en nuestro medio. El autor canadiense Jordan Peterson explica que esta mentalidad es inexcusable porque se basa en dos supuestos falsos. El prejuicio no es explicación suficiente de fenómenos complejos que conllevan a agrupar a individuos y organizaciones. Y, en segundo lugar, es imposible responder adecuadamente —equitativamente— a las múltiples y contradictorias demandas de los ideólogos.

Pidamos igualdad y libertad, no equidad y estatismo.

ESCRITO POR:

Carroll Ríos de Rodríguez

Miembro del Consejo Directivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES). Presidente del Instituto Fe y Libertad (IFYL). Catedrática de la Universidad Francisco Marroquín (UFM).